Mi comandante...








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“Mi comandante…”








-      ¡Atención! – Al escuchar la voz de mando, todos se colocaron en posición de firmes.
No respiraban nada. Todos metieron su panza e hincharon sus tórax. Quién fungía de jefe, los observaba detenidamente. Y encontró     -A su sapiencia-     que todos estaban “pasaditos” de peso…Y pensó…
-      “Esto no está bien” Pues si se aparece de repente el enemigo…
¿Adónde van a correr…? Están tan obesos…Que a la primera de cambio…Se caerán. Además que no correrían ni cien metros…
Esta situación no era de su agrado. Pues al parecer en tiempos de paz…Todo tiende a relajarse. El espíritu no siente el apremio. Nos vamos acostumbrando a la…Buena vida. A dormir más tiempo de lo indicado…En fin.
A distenderse. Comen más. Se relajan…Demasiado.
Se alimentan de más y… (Cierto que hasta él mismo…Notaba que su panza…Era ya muy  voluminosa…Pero es que… ¡Él era el Comandante en Jefe! Él no debía dar ese tipo de ejemplo…Pero sus generales sí. ¡Ellos sí están obligados!)
Se dispuso entonces a hacer un seguimiento…
Llamó a un Consejo de Guerra. Y para tal efecto…Debían acudir todos sus generales, sus comandantes de fuerza.
Era preciso…Debía chequear ese punto.
Y como era de esperar: Todos asistieron.
Visualmente se percató que el común denominador…Eran gorditos.
Sus papadas…Les llegaban hasta su voluminosa panza.
Pasaditos de peso. Y sus más fieles ayudantes…O eran todos panzones o es que sus uniformes ya les quedaban muy chicos…
-      No es normal que nuestra Fuerza Armada…Esté muy obesa…
¿Por qué mis generales están…”pasaditos de peso…”? – Todos inmediatamente encogieron el volumen de sus cinturas.
-      …Mi Comandante en Jefe… ¿No será que nuestros uniformes…Se habrán encogidos…?
-      ¡Ah caramba!  …No había pensado en esa opción… - Todos lo miraban angustiados.
Este se tardaba demasiado en eso de “su pensadera” asumiendo la posición del “eterno pensador” y mantenía sus ojos cerrados.
-      Mi Comandante en Jefe… - Murmuró uno de ellos, siempre temiendo ser…Indiscreto. Todos se miraban entre sí.
El horror cundió entre ellos. Nadie se atrevía ni a respirar…
Ni se movían. ¡Qué angustiosa es la espera!
Su jefe seguía en sus cavilaciones. Los demás lo miraban angustiados. Todos se enchufaron en ese tipo de angustia.
-      …Permiso para hablarle… - Se irguió cuan alto y redondo era.
Pero al jefe cuando está callado, no era muy buena idea, interrumpirlo…Nunca se sabe, pues de repente está analizando cosas muy delicadas. Como por ejemplo: ¡Cosas del Estado Mayor!
Pronto todos se conectaron a la angustiosa espera.
Temían el mal genio de su superior. Sabían que este era capaz…Hasta de degradarlos…Y mandarlos al paredón.
No querían eso. Pues el haber llegado allí, cargaba una cantidad inmensa de prebendas. Beneficios en todo. Buena comida.
Buena vivienda. El respeto de toda la colectividad…Y cosas parecidas.
Así qué……Esperaron. Nadie se atrevía ni a respirar.
¡De pronto! Se hizo la luz…
-      ¿…Sí…? ¿Alguien quería hablarme…? – Y cuando chequeó vio a uno de sus ayudantes…Lo detalló minuciosamente…
Pero lo que más le llamó su atención de buenas a primera…Era lo voluminoso que era. No solamente por delante…Sino también por los lados. Notó enormes bolsas de grasa…Que pendían por doquier.
-      Permiso para hablar
-      Habla pues. – Con un gesto displicente…Le indicaba que arrancara mientras él, con la mayor de las informalidades tomaba un rico bocadillo de la mesa.
Lo degustó con el mayor de los beneficios. Rechinó con satisfacción y hasta eructó. Los más cercanos corrieron y le llevaron un pañuelito…Muy limpio, por supuesto.
(El general encargado de la cocina…Suspiró agradecido. Ya su cometido había triunfado.¡Ufff qué alivio! Se dijo así mismo…Pero todos lo escucharon.)
Luego decidió verificar el estado del techo. Comprobó que andaba muy sucio. Arqueó muy bien sus ojos. Se puso sus gafas y chequeó…
Y todos se angustiaron más de lo debido. Por supuesto el encargado del ornato del sitio en donde se encontraban…Tragó saliva con mucho sacrificio. No podía creer…Pero ¿Será que algo anda sucio…?
Un halo de terror se cernió entre todos los presentes.
Temían lo peor…Pues podía arrancar con ese puntito negro…Y distenderse…Por otros confines. No era lo mejor: Para todos ellos.
Pero ninguno se atrevió a interrumpirle su inspección.
De repente…Cesó en su acometido.
Y mirando de repente, se percató de que el rechoncho ese…Seguía en su posición de firme…Y dirigiéndose en forma imperiosa…
-      ¡Ajá? ¿Qué parte me quieres indicar…?
-      Mi Comandante en Jefe…
-      Habla.
-      Bueno. Tan solo le quería informar…
-      ¿Qué?
-      Que ya todos estamos listos y esperando sus instrucciones.
-      Ok. Ok. – Hizo gestos grandilocuentes.
Y se recordó que los había convocado, sin agenda firme.
Pero él es su Comandante en Jefe y tan sólo él, podía darse ese tipo de…Privilegios.
-      Los he convocado…Porque me angustia mucho “el qué dirán” de nuestro pueblo. Noto con mucha angustia…Que mis generales están: Muy obesos. Redondos. ¡Demasiados gordos!
-      ¿Quién “nosotros” solamente…? – El resto lanzó un “¡Ah!” de sorpresas. Jamás nadie lo había hecho.
-      ¿Habré escuchado bien…? – Se preguntó mientras su rostro denotaba su inconformidad. Los demás tragaron saliva…Bien gruesa.
-      …Quise decir…Que nuestro pueblo…Está demasiado pasado de gordo…
-      ¿…Será…?
-      ¡Sí! ¡Su excelencia les da demasiada comida! – Todos asintieron.
Todos ratificaron que esa era la respuesta requerida.
El mandante. Le pareció muy correcta y a tiempo.
-      …Pues viéndolo de esa forma… - Y aprovechó para verificar entre todas las delicias, tantas delicadezas.
Unas más riquísimas que otras…Pero era tal la variedad  que estaban para el servicio de ellos…
-      Felicito muy efusivamente al general encargado de estas delicadezas… - Pronto se levantó uno de ellos, y haciéndole el saludo militar requerido, le agradeció por su excelente opinión.
Tomó una. La olió. Le pareció bien. Y se la engulló. Luego de degustarla…Re buscó otra. E hizo lo mismo.
Ya todos percibieron que lo peor…Estaba pasando.
-      ¡Qué rico! ¿Y cómo se llama…Lo que acabo de comer…? – Nuevamente el mismo general levantándose y pidiéndole el permiso requerido para responderle…
Le informó de su nombre y exaltó cada uno de los bocadillos…Hasta le informó que todo lo que allí estaba, había sido hecho…Para su gusto tan refinado.
Ya todos se encontraban complacidos.
…Pero conociéndolo, como lo conocían…Esperaban expectantes…
-      Pues…Si mi pueblo está muy obeso. Me pregunto: ¿Qué pensarán los extranjeros cuando pisen nuestro Sagrado Suelo…?
-      Se maravillaran. Se asombraran de la sapiencia de Nuestro Comandante en Jefe… - Asomó otro que no quiso quedarse atrás…
-      ¿Eso crees tú…? – Su pregunta fue tan directa y precipitada…Que el susodicho…Tragó saliva. Y fue tanta que se puso rojo, e impotente…Prefirió callar…
-      ¿Eso piensan todos…? – Hizo la pregunta a todo su Estado Mayor Conjunto.
-      Lo que crea nuestro Comandante en Jefe: Eso mismo creemos todos. ¿Verdad? – Hizo la pregunta en general.
Todos asintieron. Todos aprobaron.
Él Jefe, los observaba. Y guardando otro silencio…
Pensó y lo analizó…
-      ¡Pues entonces: Debemos poner a dieta a nuestro pueblo! – Todos se levantaron alborozados.
-      ¡Qué brillante opción! – Clamaban algunos.
-      ¡Lo que decida nuestro Comandante en Jefe! – Corearon otros.
-      ¡Aprobado! – Les dijo luego que hubo probado otros suculentos bocadillos.
-      ¡Se levanta la sesión! – Ordenó de improviso. Y retirándose, le
indicaba a sus edecanes, que les trajeran tan ricos y suculentos platillos.
El Estado Mayor Conjunto…Ya había deliberado.




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Yo no sé...




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“Yo no sé…”



-      Yo no sé…En verdad…No lo sé… - Clamaba Elvira de una forma muy extraña. Era evidente que algo no andaba bien, por lo menos eso era lo que ella misma percibía.
Juan la observaba desde que ella apareció, es más, al notar algo raro en ella, asumió que no era normal. Y quizás por esa misma razón, persistió en su forma de mirarla, la analizaba. Vio cuando ella comenzaba a ver todo su entorno con especial énfasis. Notó como se detenía y chequeaba todo, y hasta llegó a pensar…
-      “Esto no es normal en ella…” – Pero asumió que quizás al despertarse, algo nuevo aconteció o que quizás ella pensaba que seguía en su sueño.
Como quiera que sea…Dejó de leer el periódico que normalmente leía a esa hora matutina. Tomó su taza de café y hasta le dio un nuevo sorbo…Y comprobó que hasta ya se le había enfriado. Le supo feo, pero igualmente se lo tomó.
-      Esto no estaba así… - Le indicó en cuanto ella vio a su marido.
-      ¿Qué no está así…? – Quiso saber e instantáneamente depositó su taza en el plato. Se levantó y fue a verificar lo que extrañaba su pareja.
-      En verdad amor…No entiendo nada. – Le explicaba ella en cuanto lo tenía ya a menos de dos metros.
-      ¿…Y qué será…?
-      Mira… - Le atajó ella, mientras le daba un beso de bienvenida.
-      Ciertamente todo…Pareciera que está “normal” pero…No sé cómo explicártelo… - Le trataba de explicar mientras se enfocaba en otras latitudes. Su marido entendió que algo había…Pero que era mejor que ella misma…Lo explicara.
Por lo que permitió que ella misma se fuera desentendiendo de él.
Volvió a su mesa, tomó la taza de su café y se comprobó que realmente estaba fría…Y así, ya no lo quería.
Ella fue testigo de todo esto; pero al parecer…Seguía perdida.
-      A lo mejor fue un sueño…
-      A lo mejor. Pero es que me he despertado con una sensación muy vaga…
-      ¿…En qué…?
-      …Ese es el problema. Sé que no todo está tal como lo dejé ayer.
Pero a la vez, siento que no hay nada malo. ¿O será qué me estoy volviendo loca…? – Se preguntó ella misma, pero lo miraba fijamente a él, tal como si pretendiese que sea él mismo el que le de la pista que está requiriendo.
…Pero él se encogió de hombros, y llevó su taza al micro ondas, introdujo la taza y le marcó treinta segundos y accionó la máquina.
Ella le siguió con su mirada. Esperando su respuesta.
Él obvió todo esto y se concentró en su faena.
-      En ocasiones, nos despertamos con la firme intención de que algo nuevo va de ocurrir. Qué nos falta algo. Que estamos fallos.
-      ¡Eso! ¡Eso mismo! – Afirmó decidida.
-      …Pero la realidad, de una forma u otra nos entorpece nuestras ilusiones.
En ocasiones….Son una extensión de nuestros sueños. Quizás sean sentimientos reprimidos. O una acción que por alguna razón: Se detuvo. – Ya la máquina le había anunciado por tres veces, con su silbido característico que su acción de calentar su café…Ya había concluido. Pero él…Seguía en sus cavilaciones.
Entonces ella, avanzando, lo invitó a que se sentara que ella finiquitaría esa acción inconclusa por él.
Este obedeció y se fue a sentar.
-      Toma tu cafecito antes de que se vuelva a enfriar. – Lo invitó amorosamente, mientras él persistía en sus cavilaciones.
Por inercia levantó su taza y comenzó a sorberlo.
-      Sí. En ocasiones creemos. Creemos saber. Aunque decididamente: No olvidemos. Sí, nos olvidamos hasta de quiénes somos… - Dijo ella a manera de excusa.
Y él movió su cabeza dubitativamente. Ella dio muestras de dejar el tema…Pero él…Se hundió en sus pensamientos…



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...Andando...




Puente, Rafael Urdaneta En General

                         Puente General Rfael Urdaneta....Maracaibo - Edo. Zulia - Venezuela






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“Andando por ahí…”


La fila para sacar dinero en el cajero automático era larga. Tediosa.
Pero la premura para conseguir los bolívares en efectivo es en verdad: apremiante. De suma urgencia.
El poder que suministra el poseer su propio dinero, consonante…Es como un bálsamo que todo lo ablanda.
Que a todos suaviza y que gracias a este minúsculo detalle: Pueden controlar o dominar su mundo instantáneo. Su comida emergente.
Los rostros presagian incertidumbre. Pero: ¿Incertidumbre a qué…?
Pocos lo saben. Muchos temen. No saben el por qué…Pero sospechan, según los rumores de que la situación en este país,  llamado: Venezuela;   no están bien y que los vaivenes de la llamada revolución oscilan en diversos paralelos…Entre hondonadas y terraplenes, en vacilación como en permuta…Entre aquelarre y la premura. La realidad y el eufemismo.
Ninguno confortable para el sentir de esta población. Con resultados confusos.
-      Se oyen muchos rumores… - Sostenía un individuo con cara de saberlo todo. Varias de las mujeres dejaron sentir su insatisfacción, amén de que unas cuantas se persignaban una y otra vez.
En sus rostros se desdibujan todas sus frustraciones.
-      ¡Mis informantes, alegan que viene una guerra civil! – Alegaba  en su posición “muy docta” trataba infructuosamente de acaparar el mayor número de atención de todos los presentes.
-      ¡Ave María Purísima! – Se escuchó ese clamor generalizado.  El tener que vivir bajo estos signos…No es nada agradable.
Pero realmente todos andan reclutados en sus propios dramas personales y todo se devino en comentarios entre ellos, dejando al “especialista” con los crespos hechos. Así que molesto…Regresó a su puesto en la fila…En silencio y mal humorado.
-      …Es increíble…No hay conciencia… ¡Son unos egoístas! Nos pueden invadir…Los chinos, o los rusos…O tal vez: Los cubanos… – Se le escuchó decir muy molesto porque nadie le prestó atención alguna…Porque  no le dejaron confesar sus frustraciones.
Pero la inmensa mayoría siente instintivamente la urgente necesidad de recuperar su capital monetario…Todo cuanto puedan. Todos están conscientes de todo lo que está pasando… ¿Pero la verdad? Cada quién opina que la mejor forma de salvarse…Es recuperando todo cuanto puedan…En billetes.
Por si acaso…Les toca: Partir a toda carrera. (Ya muchos…Se han ido de este país buscando mejores formas de vida…Pero: ¿Ir sin dinero…? No es una buena idea.)
Es una sensación extra corpórea.
…Pero necesidad al fin…
La fila anda en crecimiento vertiginoso, ya que sobrepasan las ochentas personas (Y siguen llegando más y más.).
Y lo más curioso es que habían tres máquinas expendedoras del efectivo, pero operativo: Solamente uno.
-      Estos cajeros andan igual que el país… - Sostuvo uno de ellos.
-      …Cómo todo… - Afirmó alguien que se negó a dar la cara…Por si acaso.
Aunque era temprano, pues apenas eran las ocho y media, esa mañana era un tanto fresca, pero la espera es larga.
En la periferia del centro comercial, se aprecian las colas constantes tanto de los pocos vehículos automotores que aún se mantienen operativos, aunque muchos muestran signos inequívocos de su deterioro…Al parecer el tiempo se ha detenido. Cristalizado en montones de carros de vieja data, y con ellos la inmensa humareda que expiden muchos carros. El escándalo de sus motores. Cauchos lisos. Latonería toda deteriorada. Con esa sensación tan funesta del evidente olvido entremezclados con sentimientos de frustraciones, de esa dejadez que corroe hasta los cimientos radicados en alguna parte del alma, de ese sentir en que todo está perdido. Desechados. Olvidados en ese abandono que te aproxima a los precipicios de la cesación final de todo…
Ya unos cuantos se sentían exasperados por tan larga espera, tanto así que uno que estaba más o menos por la mitad, comenzaba a contar cuantas personas tenía por delante.
-      Al paso que vamos, tardaré en llegar más de una hora… - Reflexionó un tanto mal humorado, mientras una señora que estaba detrás suyo, agregó…
-      La verdad: ¡No entiendo el por qué se tardan tanto!
-      Si esas máquinas son tan inteligentes…Que en unos cuatro o cinco pasos te da el dinero que te hace falta…A razón de dos o a lo sumo: Tres minutos, ¡es más que suficiente!
-      Pero señor el problema es que hay  ¡muchos burros con tarjetas! – Sentenció muy enojada la misma señora.
-      Y con billete. – Aseguró el mismo hombre.
Los demás callaron, mientras irritados contemplaban como se iban anexando cada vez más y más clientes.
-      ¡Aquí saldremos mañana! – Protestó indignada la misma fémina, mientras los que estaban en la misma fila, hacían gestos de fastidio.
-      ¡Yo necesito irme! – Gritó airada, mientras su vecina en forma indiscreta le preguntó…
-      ¿Y para donde te vas cristiana…?
-      ¡A Colombia! – Respondió de mala forma, a lo que esta le contestó…
-      ¡Pues yo me voy al Perú! – De repente un tumulto…
-      ¡Hey que no se cuele nadie más! – Gritó indignado un señor de la tercera edad. El cuál portaba unos lentes inmensos, en medio de una cara de despabilado. Agitó una vara que utilizaba como una especie de bastón.
Por mimetismo, varios se escandalizaron y se mostraban furibundos. La consigna era que nadie les iba a quitar el puesto en esa fila.
-      Yo no me estoy colando. (Qué quede constancia de esto. ¿Ok?) – Clamaba resueltamente una dama de mediana edad, quién ni corta, ni perezosa se les enfrentaba resueltamente.
Y ante su posición muy temeraria, hizo que varios de los hombres se inhibieran. Pero ese efecto no fue parejo, pues las del mismo sexo, la miraban con ojos de desconfianza. (Y de este minúsculo detalle se percató la “invasora”)
-      Señora, haga su cola. - Le recomendó otra de su mismo género.
-      Yo no me estoy colando. Tan solo vine para ver con mis propios ojos, que todo está marchando bien. – Alegó en su defensa.
-      ¡A la cola! – Gritaban sin cesar.
-      …Vergüenza debería darle… - Murmuró otra que no le perdía pisada.
-      Ya va. Ya va. Déjenme quedarme…Es que estoy muy apurada.
-      ¡Yo también ando apurada! – Gritó una señora muy molesta.
-      ¿Y yo? ¡Tengo más de una hora en cola! – Sentenció otra.
Pero la muchedumbre comenzó a gritarle improperios y la fémina, no le quedó más remedio que volver a su puesto (Recién acababa de llegar, por lo que se dirigió sumisamente hasta la última posición. Siempre rezongando y con miradas de reproches a todos ellos.)
-      Ustedes son muy malitos… - Se le escuchó quejarse, pero nadie más le permitió seguir en su intención.
De repente todo el furor fue aplacado por sucesos que se estaban generando en una avenida aledaña. Era un convoy de la Guardia Nacional.
…Suspenso…Un sentimiento de que algo muy malo les iba a ocurrir.
Ninguno fue ajeno a esto…Seguían con suma atención todo cuanto estaba aconteciendo…
Iban más de veinte motos en la cuales iban dos funcionarios en posición de ataque, armados con metralletas, chalecos antibala, equipos antimotines.
Iban muy molestos. Ansiosos por entrar en acción…
Seguidos por camiones full de guardias que andaban con su traje de campaña, tal como si fuesen a repeler algún conato de rebelión.
El escándalo era mayúsculo. Sirenas escandalosas, de esas que le crispan los pelos a cualquiera. Ruidos de guerra.
El centenar de hombres y mujeres que estaban esperando para retirar su dinero, se sintieron inhibidos. Apesadumbrados. Cesaron sus gestos de inquietud, dándole paso al temor. Al miedo de que esos funcionarios armados hasta los dientes, volvieran sus armas en su contra.
-      ¡Sálvese quien pueda! – Aulló alguien. Y ese  fue el detonante…
Muchos corrieron como cucarachas en baile de gallinas, cuando se percataron de que por otra de las calles, transitaban decenas de militares que andaban en la misma función…
-      ¿Qué está pasando…? – Gritaba un viejo el cual no sabía hacía donde correr para guarecerse.
-      ¡Corra viejo! ¡Sálvese quien pueda! – Pronto todo ese solar vacío quedó.
En pocos instantes todo quedó desierto.
Transcurridos unos diez minutos, comenzaron a reaparecer. Primero uno…Dos…Cinco más…Y así…
Recordándose quién ocupaba el puesto, se fueron contando y en pocos segundos la cola se iba generalizando…A la sazón ya pasaba del centenar de personas.
Peleaban por el puesto que habían dejado…
-      ¿Para dónde van…? – Gritó un policía con su arma de reglamento en su mano…Nuevamente la muchedumbre lo relacionó con opresión.
Todos vacilaron. No sabían si correr o encaramarse. Muchos se quedaron indecisos…Pero prestos a huir. Y tan solo uno tuvo el coraje de balbucir…
-      Andando por ahí… ¡Volvemos a nuestra cola! – Se defendió uno que regresaba como si nada malo estuviese pasando.
En vista de que el gendarme siguió su camino, pues al parecer, ni él mismo sabía lo que estaba ocurriendo…Todos se a1quietaron y persistieron en seguir intentando en su labor de sacar efectivo.
Y para cuando ya estaban acomodados. Transcurrió menos de cinco minutos cuando desde otro punto aparecieron centenares de militares con equipos anti motines. Venían muy belicosos. En esta ocasiones eran además de motorizados, carros antimotines, camiones repletos de funcionarios y por los aires…Dos helicópteros que pasaban a pocos metros de altura y apuntaban con sus armas largas a todos los transeúntes.
Los convoyes iban destinados para contener multitudes de facinerosos. Desadaptados sociales…Del estamento social…Por allí como que van las cosas…
…Nuevamente corrieron los clientes en forma desaforadas. Huían presurosos.
-      …No nos dejan… - Denunció una jovencita que huyendo lloraba su desgracia.
Pero por si acaso…Mejor es prevenir: Que lamentar.
 Los que manejan los hilos del poder…Por algo hacen…Lo que hacen.
E intimidan a todo el que puedan intimidar… ¿El por qué…? Pocos lo saben.
Nuevamente el centro comercial apareció despejado. Ni siquiera los perros, ni los gatos, ni siquiera las cucarachas se quedaron allí…
Un vacío intenso se sintió…Pero para ese entonces…Marchaban los uniformados en perfecta formación. Sus equipos bélicos impresionaban a todos.
Pocos lo saben. Pues la inmensa mayoría prefiere ceder su paz, a los señores de la guerra.


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