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“Andando
por ahí…”
La fila
para sacar dinero en el cajero automático era larga. Tediosa.
Pero la
premura para conseguir los bolívares en efectivo es en verdad: apremiante. De
suma urgencia.
El poder
que suministra el poseer su propio dinero, consonante…Es como un bálsamo que
todo lo ablanda.
Que a
todos suaviza y que gracias a este minúsculo detalle: Pueden controlar o
dominar su mundo instantáneo. Su comida emergente.
Los
rostros presagian incertidumbre. Pero: ¿Incertidumbre a qué…?
Pocos lo
saben. Muchos temen. No saben el por qué…Pero sospechan, según los rumores de
que la situación en este país, llamado:
Venezuela; no están bien y que los vaivenes de la llamada
revolución oscilan en diversos paralelos…Entre hondonadas y terraplenes, en
vacilación como en permuta…Entre aquelarre y la premura. La realidad y el
eufemismo.
Ninguno
confortable para el sentir de esta población. Con resultados confusos.
-
Se oyen muchos rumores… - Sostenía un individuo
con cara de saberlo todo. Varias de las mujeres dejaron sentir su
insatisfacción, amén de que unas cuantas se persignaban una y otra vez.
En sus
rostros se desdibujan todas sus frustraciones.
-
¡Mis informantes, alegan que viene una guerra
civil! – Alegaba en su posición “muy
docta” trataba infructuosamente de acaparar el mayor número de atención de
todos los presentes.
-
¡Ave María Purísima! – Se escuchó ese clamor
generalizado. El tener que vivir bajo
estos signos…No es nada agradable.
Pero
realmente todos andan reclutados en sus propios dramas personales y todo se
devino en comentarios entre ellos, dejando al “especialista” con los crespos
hechos. Así que molesto…Regresó a su puesto en la fila…En silencio y mal
humorado.
-
…Es increíble…No hay conciencia… ¡Son unos
egoístas! Nos pueden invadir…Los chinos, o los rusos…O tal vez: Los cubanos… –
Se le escuchó decir muy molesto porque nadie le prestó atención
alguna…Porque no le dejaron confesar sus
frustraciones.
Pero la
inmensa mayoría siente instintivamente la urgente necesidad de recuperar su
capital monetario…Todo cuanto puedan. Todos están conscientes de todo lo que
está pasando… ¿Pero la verdad? Cada quién opina que la mejor forma de salvarse…Es
recuperando todo cuanto puedan…En billetes.
Por si acaso…Les
toca: Partir a toda carrera. (Ya muchos…Se han ido de este país buscando
mejores formas de vida…Pero: ¿Ir sin dinero…? No es una buena idea.)
Es una
sensación extra corpórea.
…Pero
necesidad al fin…
La fila
anda en crecimiento vertiginoso, ya que sobrepasan las ochentas personas (Y
siguen llegando más y más.).
Y lo más
curioso es que habían tres máquinas expendedoras del efectivo, pero operativo:
Solamente uno.
-
Estos cajeros andan igual que el país… - Sostuvo
uno de ellos.
-
…Cómo todo… - Afirmó alguien que se negó a dar la
cara…Por si acaso.
Aunque
era temprano, pues apenas eran las ocho y media, esa mañana era un tanto
fresca, pero la espera es larga.
En la
periferia del centro comercial, se aprecian las colas constantes tanto de los
pocos vehículos automotores que aún se mantienen operativos, aunque muchos
muestran signos inequívocos de su deterioro…Al parecer el tiempo se ha
detenido. Cristalizado en montones de carros de vieja data, y con ellos la
inmensa humareda que expiden muchos carros. El escándalo de sus motores.
Cauchos lisos. Latonería toda deteriorada. Con esa sensación tan funesta del
evidente olvido entremezclados con sentimientos de frustraciones, de esa
dejadez que corroe hasta los cimientos radicados en alguna parte del alma, de
ese sentir en que todo está perdido. Desechados. Olvidados en ese abandono que
te aproxima a los precipicios de la cesación final de todo…
Ya unos
cuantos se sentían exasperados por tan larga espera, tanto así que uno que
estaba más o menos por la mitad, comenzaba a contar cuantas personas tenía por
delante.
-
Al paso que vamos, tardaré en llegar más de una
hora… - Reflexionó un tanto mal humorado, mientras una señora que estaba detrás
suyo, agregó…
-
La verdad: ¡No entiendo el por qué se tardan
tanto!
-
Si esas máquinas son tan inteligentes…Que en unos
cuatro o cinco pasos te da el dinero que te hace falta…A razón de dos o a lo
sumo: Tres minutos, ¡es más que suficiente!
-
Pero señor el problema es que hay ¡muchos burros con tarjetas! – Sentenció muy
enojada la misma señora.
-
Y con billete. – Aseguró el mismo hombre.
Los demás
callaron, mientras irritados contemplaban como se iban anexando cada vez más y
más clientes.
-
¡Aquí saldremos mañana! – Protestó indignada la
misma fémina, mientras los que estaban en la misma fila, hacían gestos de
fastidio.
-
¡Yo necesito irme! – Gritó airada, mientras su
vecina en forma indiscreta le preguntó…
-
¿Y para donde te vas cristiana…?
-
¡A Colombia! – Respondió de mala forma, a lo que
esta le contestó…
-
¡Pues yo me voy al Perú! – De repente un tumulto…
-
¡Hey que no se cuele nadie más! – Gritó indignado
un señor de la tercera edad. El cuál portaba unos lentes inmensos, en medio de
una cara de despabilado. Agitó una vara que utilizaba como una especie de
bastón.
Por
mimetismo, varios se escandalizaron y se mostraban furibundos. La consigna era
que nadie les iba a quitar el puesto en esa fila.
-
Yo no me estoy colando. (Qué quede constancia de
esto. ¿Ok?) – Clamaba resueltamente una dama de mediana edad, quién ni corta,
ni perezosa se les enfrentaba resueltamente.
Y ante su
posición muy temeraria, hizo que varios de los hombres se inhibieran. Pero ese
efecto no fue parejo, pues las del mismo sexo, la miraban con ojos de
desconfianza. (Y de este minúsculo detalle se percató la “invasora”)
-
Señora, haga su cola. - Le recomendó otra de su
mismo género.
-
Yo no me estoy colando. Tan solo vine para ver con
mis propios ojos, que todo está marchando bien. – Alegó en su defensa.
-
¡A la cola! – Gritaban sin cesar.
-
…Vergüenza debería darle… - Murmuró otra que no le
perdía pisada.
-
Ya va. Ya va. Déjenme quedarme…Es que estoy muy
apurada.
-
¡Yo también ando apurada! – Gritó una señora muy
molesta.
-
¿Y yo? ¡Tengo más de una hora en cola! – Sentenció
otra.
Pero la
muchedumbre comenzó a gritarle improperios y la fémina, no le quedó más remedio
que volver a su puesto (Recién acababa de llegar, por lo que se dirigió sumisamente
hasta la última posición. Siempre rezongando y con miradas de reproches a todos
ellos.)
-
Ustedes son muy malitos… - Se le escuchó quejarse,
pero nadie más le permitió seguir en su intención.
De
repente todo el furor fue aplacado por sucesos que se estaban generando en una
avenida aledaña. Era un convoy de la Guardia Nacional.
…Suspenso…Un
sentimiento de que algo muy malo les iba a ocurrir.
Ninguno
fue ajeno a esto…Seguían con suma atención todo cuanto estaba aconteciendo…
Iban más
de veinte motos en la cuales iban dos funcionarios en posición de ataque,
armados con metralletas, chalecos antibala, equipos antimotines.
Iban muy
molestos. Ansiosos por entrar en acción…
Seguidos
por camiones full de guardias que andaban con su traje de campaña, tal como si
fuesen a repeler algún conato de rebelión.
El
escándalo era mayúsculo. Sirenas escandalosas, de esas que le crispan los pelos
a cualquiera. Ruidos de guerra.
El
centenar de hombres y mujeres que estaban esperando para retirar su dinero, se
sintieron inhibidos. Apesadumbrados. Cesaron sus gestos de inquietud, dándole
paso al temor. Al miedo de que esos funcionarios armados hasta los dientes,
volvieran sus armas en su contra.
-
¡Sálvese quien pueda! – Aulló alguien. Y ese fue el detonante…
Muchos
corrieron como cucarachas en baile de gallinas, cuando se percataron de que por
otra de las calles, transitaban decenas de militares que andaban en la misma
función…
-
¿Qué está pasando…? – Gritaba un viejo el cual no
sabía hacía donde correr para guarecerse.
-
¡Corra viejo! ¡Sálvese quien pueda! – Pronto todo
ese solar vacío quedó.
En pocos
instantes todo quedó desierto.
Transcurridos
unos diez minutos, comenzaron a reaparecer. Primero uno…Dos…Cinco más…Y así…
Recordándose
quién ocupaba el puesto, se fueron contando y en pocos segundos la cola se iba
generalizando…A la sazón ya pasaba del centenar de personas.
Peleaban
por el puesto que habían dejado…
-
¿Para dónde van…? – Gritó un policía con su arma
de reglamento en su mano…Nuevamente la muchedumbre lo relacionó con opresión.
Todos
vacilaron. No sabían si correr o encaramarse. Muchos se quedaron indecisos…Pero
prestos a huir. Y tan solo uno tuvo el coraje de balbucir…
-
Andando por ahí… ¡Volvemos a nuestra cola! – Se defendió
uno que regresaba como si nada malo estuviese pasando.
En vista
de que el gendarme siguió su camino, pues al parecer, ni él mismo sabía lo que
estaba ocurriendo…Todos se a1quietaron y persistieron en seguir intentando en
su labor de sacar efectivo.
Y para
cuando ya estaban acomodados. Transcurrió menos de cinco minutos cuando desde
otro punto aparecieron centenares de militares con equipos anti motines. Venían
muy belicosos. En esta ocasiones eran además de motorizados, carros
antimotines, camiones repletos de funcionarios y por los aires…Dos helicópteros
que pasaban a pocos metros de altura y apuntaban con sus armas largas a todos
los transeúntes.
Los
convoyes iban destinados para contener multitudes de facinerosos. Desadaptados
sociales…Del estamento social…Por allí como que van las cosas…
…Nuevamente
corrieron los clientes en forma desaforadas. Huían presurosos.
-
…No nos dejan… - Denunció una jovencita que
huyendo lloraba su desgracia.
Pero por si
acaso…Mejor es prevenir: Que lamentar.
Los que manejan los hilos del poder…Por algo
hacen…Lo que hacen.
E
intimidan a todo el que puedan intimidar… ¿El por qué…? Pocos lo saben.
Nuevamente
el centro comercial apareció despejado. Ni siquiera los perros, ni los gatos,
ni siquiera las cucarachas se quedaron allí…
Un vacío
intenso se sintió…Pero para ese entonces…Marchaban los uniformados en perfecta
formación. Sus equipos bélicos impresionaban a todos.
Pocos lo
saben. Pues la inmensa mayoría prefiere ceder su paz, a los señores de la
guerra.
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