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“Me encontraba…”







Me encontraba en mis funciones laborales, preparando mis informes diarios, los cuales por norma debo enviarlos a la casa matriz por una empresa de encomiendas.
Era jueves, y por esa pereza que en ocasiones se me pega, pues sencillamente no los había elaborado tal como debía, el lunes…En la noche, el del martes…En la noche. ¡No lo hice así!
Y me encontraba elaborándolos basándome en mi memoria. Y bueno, por esa razón me encontraba muy ensimismado. Concentrado tratando de recordarme los clientes que por día había visitado.
La empresa me exige: 10 diarios.
…Tenía que enmendar esa plana diaria…
Y en eso estaba cuando de repente un viento huracanado se desató en el patio de la casa.
Pero era muy importante para mí, el finiquitar esos informes…Y a duras penas iba por el día: martes.
Escuchaba ese silbido tan potente que hacía doblar las enormes ramas de algunas matas que allí estaban.
- ¡Sussss! ¡Fishhhhh! – Y otros extraños sonidos.
Me recuerdo que en un momento sentí, como algo pastoso me recorría por la columna vertebral.
¡Pero debía finiquitar ese trabajo!
Una corriente muy fuerte comenzaba a desplegarse por el piso…Rebotó en mis sandalias de goma.
Hizo que mis pies comenzaran con un temblor que se fue prolongando con poca intensidad…Pero que iba en crecimiento muy galopante.
…Y me obligaron a dejar mi tarea.
Molesto comienzo por mirar por encima del cerro de papeles que debía enviar, entre ellos una cantidad de contratos, servicios y otras menudencias, los cuales debía entregarlos antes de las nueve de la mañana de ese viernes.
De repente escucho por encima de mi oído izquierdo una cacofonía…Indescriptible definición.
Empezó con una vibración baja, pero muy potente y luego fue escalando en forma exponencial.
Un pensamiento o una voz ronca de muy bajo decibeles rompía   -literalmente hablando-   mi  tímpano...Entendí algo parecido a…
- ¡Debes atenderme! – Intrigado le respondí…
- ¿Y quién eres…?
- El Señor de la Noche…
- ¿El Señor de la noche…Cuál noche…? – Esa presencia se estremeció e hizo que mis intestinos se revolcaran en mi interior, causándome un intenso dolor que me hizo inclinarme sobre mis piernas.
Caí por la intensidad y persistencia…
Me revolqué en el piso.
…Pero una voz interior me alertó…
- No hagas caso. No salgas. Te quiere destruir.
- ¿Pero quién…? – Le pregunté sumido en mi dolencia extrema. Pero esa voz no me respondió.
Yo me quedé tirado. Con mi dolor a cuestas, me parecía que me estaban arrancando con fuerza mi intestino…Lo sacaban con saña.
Pude mirar hacia el patio y me di cuenta que los árboles parecían hojarascas impulsadas por ese ventarrón espantoso.
…Y he de reconocerlo…Me invadió el horror.
Mis pulsaciones se me aceleraban y al instante se me trancaban. Y todo a una velocidad impresionante.
- ¡Dios qué me está pasando? – Clamé a Mi Creador en búsqueda de la ayuda necesaria.
Pues nada entendía.
- Quédate quieto. No te muevas. – Me recomendó.
Y por primera vez en mi vida: ¡Hice caso a esa voz!
Escuché el crujir violento de esos árboles centenarios.
Hasta mí me llegó: El Vaho de la Bestia.
Olí un nauseabundo olor a cosas putrefactas.
Sentí un fuego abrasador que me consumía con espanto.
Vi a una bestia de fuego, que de él brotaban centenares de llamas de vividos colores rojos, y que iba en dirección hacia donde me encontraba…Pero que Algo lo detenía…
Intenté rezar. Entrar en oración profunda.
Quise cerrar mis ojos y alejarme de esa hecatombe.
Intenté varias cosas…Pero la realidad circundante me obligaba a estar siempre pendiente de todo cuanto acontecía a mí alrededor.
Y lo que me recuerdo fue…Pasaron escalofriantes minutos que se me asemejaban a días enteros de abrasiva acción.
Y que así como llegó ese caos…Así mismo reinó la paz. Pronto floreció un estado anímico mío, que me desconcertó todo.
No entendí nada. Pero cuando me pude levantar.
Fue cuando pude ver que la habitación en donde me encontraba estaba todo revuelto.
¡Cómo si un huracán hubiese entrado y me había vuelto todo un completo desastre!
Aquello me pareció un total desastre.
Los informes que había elaborado, estaban todos chamusqueados.
Un fuerte hedor a azufre alteraba mi sentido olfativo.
Mucho humo, como si hubiese ocurrido un incendio voraz y destructivo.
…No entendí nada. Pero por mis sienes se me implantaron como unas bisagras que me atenazaban mis sienes.
Caminé hacía la puerta que da al patio y en donde pude visualizar a la bestia ígnea…Y en el piso…Una enorme mancha negra…Con signos de haberse quemado el piso.
Las ramas despedazadas tiradas en forma violenta sobre el suelo.
…Aterrado, opté por cerrar la puerta.
Cerré las ventanas. Comencé a tratar de ordenar todo ese desastre.
Y me propuse: No encontrar lógica ante todo lo que me había tocado vivir.
No quise analizar nada. Ni pensar, como tampoco meditar. Tan sólo me decidí a tratar de dormir.
Ciertamente que el hedor era muy mortífero…
Pero es que temía que al salir: Volviera todo ese aquelarre.
…Sencillamente: Quería borrar de mi mente todo lo que había pasado.
…Y si estoy escribiendo esto, es porque ya mucho tiempo ha pasado. Y ya no vivo en esa casa.
Como tampoco en ese mismo pueblo.
…Pero ya no quiero seguir guardándome esto que me está quemando y el olor nauseabundo de ese azufre…
Todavía lo conservo en mi mente: ¡Esa bestia demoníaca que avanzaba en mí contra!
Aquello fue sencillamente: Caótico en mí vida.















© Bernardo Enrique López Baltodano 2017









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“Sentí ruidos en mi puerta…”



- Lo cierto del caso, es que recién estaba llegando a mi casa y serían…Las 6… ¡Casi las 7 de la noche!  
Pues ya estaba comenzando a caer la nochecita.
Mi esposa y mis hijas me recibieron   -como siempre lo hacen-  con la efusividad de siempre. Y ya habíamos acomodado las bolsas que  había comprado de comida. Y ella me dijo…
- Vamos al cuarto.  Nos acomodamos y después vendré a preparar lo que nos vamos a comer en la cena.
- ¡Y eso fue lo que hicimos! Y ya cuando estábamos en la habitación, escucho un ruido muy singular…Cómo si estuviesen manipulando la cerradura de la puerta de entrada. Yo me quedé a la expectativa…Y es cuando me doy cuenta que mi esposa también había percibido el mismo tipo de sonido.
¡Nos quedamos allí en espera…!
De repente, cesó el dichoso ruidito. Y yo me dije: ¡Caray esto no es normal!
Y fue cuando corrí y abrí la puerta… ¡Y no había nadie!
Salgo y me asomo por todas partes y vi a lo lejos a uno de mis vecinos y me dijo desde el frente de su casa   -él vive a dos casas de la mía-   me hizo señas, yo me le acerqué y fue cuando lo pude escuchar   -al principio no le había entendido lo que me quería decir- 
- ¡Intentaron meterse en mi casa!  …Escuché un forcejeo extraño en la cerradura de mi casa…Salí y no vi a nadie, y cuando caminé un poco…Vi a dos zagaletones que salían corriendo de tu casa… ¿Se metieron…?
- ¡No! Ni qué Dios lo permita. Pero si escuchamos esos sonidos muy extraños…Pero no vi a nadie.
- ¡Por allí corrieron! – Me dijo y en el acto me metí a mi casa y saqué un machete   -ya él venía con un bate en sus manos-     Vamos a perseguirlos. – Le dije y en el acto, nos fuimos hacía la dirección que él me señalaba.
Ya para ese entonces, varios hombres   -vecinos todos-    nos habíamos incorporado decididos a acabar de una buena vez con esos facinerosos.
Que nos cargan ‘verde’ y no nos dejan en paz. - Así que salimos como unos seis vecinos, todos muy cercanos a mi residencia, de la misma vereda.
Recorrimos unas dos cuadras, cuando nos ven otros vecinos que ya estaban alertas y nos señalan hacia una casa vacía.
Y resulta que le habían hecho un hueco por la pared y por allí se metían.
Y conseguimos muchas de las cosas que ya nos habían robado.
- ¡Esa es mi olla, que el 02 de enero la saqué para hacer un hervido de pollo y ya había desaparecido! – Nos indicó una vecina que se había agregado al grupo. De inmediato saltó uno de los vecinos y nos dijo…
- ¡Esa es mi bombona de gas, que me la robaron hace unos días!
- Y así fueron apareciendo muchas cosas. Resulta que allí mantenían oculta hasta unas dos escopetas   -de esas que llaman: ‘fabricación casera’-     pero que igual son mortíferas.
Otro propuso…
- Llamemos a la policía, para que ellos se encarguen de esto. – Y diciendo esto marcó y habló a través de su celular.
Y mientras estábamos allí, uno de ellos nos alertó…
- En ese monte, se encuentran varios de los ladrones… - Miré pero como ya era de noche, todo estaba oscuro y no pude ver nada. Otro propuso…
- Vámonos varios y los rodeamos… - Y se fueron como cuatro y se metieron por otro lado.
El caso es que mientras estábamos allí en espera de que llegaran los de la policía, ellos ya tenían rodeados a los choros.
- ¡Uuuuuuu! – Llegaron con la sirena puesta y las luces de colores. Pronto todo el sector estaba allí.
Y en cuanto pusimos al tanto a los gendarmes…El jefe de ellos dio la orden:
- ¡Nadie toque nada! – Y partieron con sus armas de reglamento en la mano.
- Pensé en ese momento: Los van a liquidar. Pero no dije nada a nadie. Todos estábamos a la expectativa.
Al rato se escucharon golpes y porrazos. Y a los pocos minutos salieron los de la Justicia y nos dijeron…
- Ya le dimos unos cuantos porrazos. Y nos juraron que no lo harían mas. – Muchos nos sentimos aliviados, porque eso de que los mataran…No nos agradaba a todos.
- Bueno, entonces yo voy a recuperar mi olla. – Dijo la señora en cuestión.
- Yo también voy a recuperar mi bombona- Protestó el otro.
- ¡Nadie se va a llevar nada! Todo esto queda decomisado.
- ¿Decomisado y por qué? ¡Si esto es mío! – Alegó la fémina en cuestión.
- ¿Usted tiene la factura con la que compró eso?
¿Ah no la tiene…? ¿Y quién me garantiza que eso es suyo?
El que no pueda demostrar que es suyo…Mejor se regresa a su casa. Todo esto queda en Poder de la Justicia. – Y diciendo esto comenzaron ellos mismos a meter a la patrulla todo lo que los bandidos nos habían ya robado.
- …Pero…Pero
- ¡No hay pero que valga! – La atajó el oficial y la pobre mujer se quedó impotente…No pudo recuperar su olla.
Como tampoco el vecino que le había robado la bombona…
Y así por el estilo. Todos tuvimos que quedarnos quietos.
No pudieron recuperar sus cosas.
Los “hombres de la Ley” ni cortos, ni perezosos metieron todo en el carro y cuando ya hubieron terminado… ¡Se fueron!
Bueno no bien se habían alejado cuando escuché a la dichosa mujer poseída peleando contra el carro que ya se había ido.
Me llamó la atención y le dije…
- ¿Y por qué no se lo dijiste a ellos en su cara…? – Me miró como si fuese un bicho raro y me espetó muy molesta…
- ¿Y para qué…? ¿Para qué me metan presa? ¿Estás loco?
- ¿Y qué haces peleando con nosotros…?
- ¡Porque ustedes no son los machos que salen a defender a sus mujeres!
- ¿Yo…Pero si no eres mi mujer?
- ¡Y si lo hubieras sido…Saldrías en mi defensa?
¡Además esos desgraciados se quedaron con mi olla! - No quise refutarle nada ¿Total? No era mi problema.


En ocasiones hay personas que callan…Cuando deberían hablar.
Y pelean…Con las personas que están a su lado.
¿Total?  …Hay de todo en La Viña del Señor…




















© Bernardo Enrique López Baltodano 2017









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Corto  en  relatos








“No sé qué es la vida”









Desconozco mucho lo que hoy en día, ya conozco.
Lo que antes me parecía bueno…
Ya no lo es.
Lo que antes era oscuro, se me presenta claro y preciso











La vida es un cofre que nadie ni ha abierto, como tampoco cerrado.
No existe llave alguna en medio de una ausencia de cerrojo, en medio de esa inercia en un mundo estático y sombrío.
En esos ventarrones que no logran mover ni siquiera una hoja, pero que sus cimientes son tan profundos que nunca lo hemos percibido.
No hay conciencia pero tampoco inconciencia.
Es una negación o una aprobación.
Su existencia no depende de ninguno.
La muerte puede ser un tránsito o una eternidad. Una entelequia o una vacuidad.
Una insulsez, una sosería.
Como el tiempo puede o no ser lo que hemos pretendido que sea.
No existe alguien ni físico, como tampoco invisible que permute nada, que nos indique la falsedad como la certidumbre.
Ni la luz es lo que “conocemos”
Ni la oscuridad es lo que pretende.
Es una sensación en medio de una inercia.
Es un sueño andando despierto en medio de un sol incandescente, aunque puede ser guiado por la luna. Es ese algo que entiendo, pero que no sé cómo explicarlo a nadie, ni tampoco a mí mismo.
Es una incapacidad para afirmar o negar algo que no tengo conciencia si ocurrirá o si ya su efecto sucedió. No encuentro ni palabras, ni gesto, ni siquiera en pensamientos como para lanzar “una aproximación” a nada.
Es algo que a lo mejor ni siquiera tenga conciencia propia, ni existencia proverbial.
Es una incapacidad para negar o afirmar.
Lo único cierto es que no hay mas que incertidumbre. Que lo que nos bordea y reduce, no existe en la verdadera realidad.
Pero tampoco tengo esa conciencia o don como para distinguir si es cierto o una falsedad.
Que somos una esencia de algo efímero, o a lo mejor es todo lo contrario.
Que nuestras preocupaciones o anhelos, son tan sonsos como la no existencia de nuestros empecinamientos. De nuestra terquedad.
De nuestros principios a la brutalidad.
De nuestra incapacidad para aceptar lo que no somos, ni hemos de ser.
Pero que nos aferramos a la inutilidad.
A la idiotez, a la insensatez. A lo fútil.
A nuestra propia destrucción.
A atomizarnos sin remedio alguno.
La destrucción es nuestro fin, aunque carezcamos de finalidades.
Somos finitos en medio de lo infinito, y pretendemos medir o cuantificar lo que no entendemos, ni comprenderemos jamás.










© Bernardo Enrique López Baltodano 2017









                                     
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“Relato corto lleno de: Amor”







Relato canino…”












Era apenas  una tarde algo agitada, con un sol radiante, cuando aparecieron una decena de cachorritos de perros, esa presencia derrumbó la monotonía imperante pues trajo frescura y lozanía…Esa comitiva canina de  escasos días de nacidos.
Sus múltiples colores hacían un excelente contraste con el rápido batir de sus patitas y sus colitas, pues se estaban escapando de una caja en la que los habían metido y lanzado al lado de una avenida muy transitada.
En la cabecera iban los hermanitos mas resueltos, con su gracioso andar y con sus ladridos que parecían mas pequeños mugidos de unos seres perdidos en plena luz y ante la mirada un tanto extrañada de los transeúntes que asombrados los observaban.
Muchos de los presentes siguieron el suave transitar de esos bebecitos.
Sus colores iban desde blanco, pasando con una gama intensa de colores tales como el marrón, amarillo y con tonalidades oscuras como el negro.
Era una escena llena de ingenuidad. Con un tinte de ternura considerable.
Todos de un tamaño muy parecidos.
En perfecta sintonía con sus hermanitos mayores.
¡Una muy bella camada, en donde lo común que portaban era: Su inocencia!
En un medio agreste, cuyos dueños originales ya habían decidido que no los querían en sus predios.
Buscaban afanosamente un hogar. Asustados y nerviosos.
Un sitio en donde guarecerse y de vivir allí.
Y en una de las casas por donde pasaron fueron llamados por una pareja de perros ya adultos.
La hembra    -una perra de color negro-    comenzaba a gemir y mirando a su pareja   -el macho de colores blanco con franjas y motitas negras-     le mostraba y en su idioma le decía:
- “¡Algo debemos hacer! Esto no podemos tolerarlo.” – Al percibir ese tipo de llamado, comenzó a danzar en forma muy nerviosa.
Ladraba de una forma distinta.
Era visible que lo alteraba, comenzó a moverse en forma muy nerviosa.
Iba de un lado a otro.
Sus ojos anunciaban su desesperación.
Clamaba ayuda para esos pequeñines…Pero los humanos, tan solo contemplaban absorto todo cuanto acontecía a sus ojos incrédulos.
La banda de “enanitos” al oírlos, se perfilaron hacía esa dirección…Atravesando una calle de doble sentido vehicular. ¡Pronto se escuchó un frenazo horrendo!
- ¡Cuidado! – Gritó un jovencito al darse cuenta que esos carros podrían causar una matanza sin sentido.
El chofer advertido accionó en el acto su pedal de frenos y levantando su brazo le indicaba al conductor que venía detrás que debía tomar precaución en el acto.
Pronto todos los automóviles se detuvieron.
Ajeno a este esfuerzo la procesión perruna seguía impertérrito su resuelto andar.
Todos los recién nacidos se apostaron ya al frente, ansiosos por querer entrar.
Y adentro la pareja de adultos perros gemían y hasta lloraban angustiado.
La hembra llamó a su amiga, la gata, un ejemplar de colores muy claros y de ojos de distintos colores     -el izquierdo: azul y el derecho: verde-    y al acto acudió, entendiéndose entre ellos asumió que por algún lugar debían entrar.
Autorizando la entrada de todos esos cachorritos que ya se encontraban llorando, angustiados y temerosos.
La perra recorrió toda la cerca metálica y comprobó que había un pequeño orificio y le indicó a su macho que empleara su fuerza  y le abriera la entrada de tal manera que por allí se podía ampliar con la finalidad de que pudiesen entrar.
Era asombroso el ver como en los tres adultos   -dos perros y una gata-    unieron sus posibilidades… ¡Y lo lograron!
Pronto uno a uno, esos infantes pudieron entrar.
¡Qué alegría, qué emoción!
Es asombroso el verlos ya unidos, dentro de esa propiedad y ya sintiéndose ¡salvos!
Pronto esa chiquillada comenzaron a lamerlos y en cuanto uno de ellos divisó     -al perro ya viejo, que los esquivaba a una prudente distancia-   se dirigió a él, seguido por toda esa tropa que agradecidos acudían a él, para presentarle los saludos a que debía por ser el “jefe de esa manada”
Lo cierto del caso es que era todo un espectáculo…
El macho grandotote…Huyéndoles a todos estos retoños.
Se escucharon gritos de asombro y de desconcierto pero llenos de ternura, ya que él les huía, pero no se les mostraba agresivo en nada. Estaba temeroso.
(Lo que esos pequeñines no sabían es que él…No es el jefe…
Ella la gata era la “líder de ese clan” ¡Cosas de esta vida…! ¿Cierto…?)
Los que presenciaron ese asombroso e inaudito hecho
comenzaron a aplaudir y a lanzar: ¡Viva! ¡Hurra!
¿Pero…Cómo se pusieron de acuerdo…? 
Si son unos animales que no entienden estas cosas del amor. (¿Quééé que no entienden…Ah?)
¡…Ese es un misterio…! Para nosotros ¡claro está!
Lo cierto es que ya a salvos y sin distingos de clase, ni de rangos sociales…
¡Todos ellos se recibieron con una emoción indescriptible!
Una lección que con toda seguridad, los que lo presenciaron en algo le habrá válido. Por lo menos no es algo ‘natural’
Pero… ¿Si siendo animales se unieron para un bien común, no lo podrá hacer “el ser humano”?
…Pues eso no sabría responder…Pero lo cierto es lo que vi.
Muchos fueron testigos. ¡Por lo menos lo puedo certificar!





















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