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Eran las 5 am
Los
faroles iluminaban las calles, y había luz suficiente en los frentes de las
casas, serían mas de las cuatro y media de esa madrugada.
Por allá a
lo lejos se escuchan los sonidos habituales que a esa hora producen.
…Y yo voy
pendiente de cada espacio oscuro, pues podía ser atacado por los ladrones que a
esa hora pueden andar en sus asechanzas, por esos lados.
Mosca.
Pendiente de todo mi entorno. Siento que andar solo, trae una serie de
inconvenientes…Y este puede ser uno de ellos.
Transito
obligado por las circunstancias, pues actualmente estoy trabajando vía internet
con un portal de noticias mexicano y
debía conectarme a las cinco de la madrugada, y en mi casa no tengo el servicio
de internet.
Mi amigo
Leandro Perozo, me está dando la oportunidad de poder conectarme desde su
casa…Pero debo acudir hacia allá. Distante unas cuantas cuadras de mi hogar. ¡Y
bueno! ¿Qué otra cosa podía hacer…?
Cuestiones laborales.
Ando con
sumo sigilo, pendiente de cualquier movimiento brusco.
…No es
prudente circular por allí a esas horas…Pero…
¡Qué otra
cosa podía hacer? He de hacerlo.
Cada ruido
es sometido por mi alerta temprana.
Es preciso
andar vigilante todo el tiempo.
Es una
zona un tanto desolada.
Y a esa
hora, nadie caminaba por esos contornos.
La luz de
la luna iluminaba los espacios vacios, a mi lado derecho contemplo un solar
vacío, visualicé una cerca elaborada con
sobrantes de construcción, una entrada incógnita, y al final un espacio
sumamente oscuro y lóbrego.
…Y de
repente…Escucho unos extraños forcejeos. ¿Qué será…? Qué será…
Agudizo
mejor mi campo visual y veo allá a lo lejos… ¡Qué es eso…?
Unas
figuras masculinas. Pequeñas…Ha de ser por la distancia…
Danzan
como si fuesen pequeños demonios, diablillos danzantes que portaban tridentes
en sus manos. En son de guerra…Qué de visualizaciones tengo.
Oscilan en
forma amenazante y desorganizada. Hasta parecen embriones o larvas…Emergentes
de mundos insospechados.
A simple
vista, producen mucha desazón… Susto. Incredulidad…
No logro
ver bien. Pero lo que veo, me causa mucho estupor.
-
…Algo extraño pasa…Veo unas
extrañas figuras… - Me digo mientras disminuyo mi andar. Algo me indica que
debo andar con sigilo.
Unas
figuras anónimas se agitan en movimientos un tanto peculiares, pero la
violencia es su signo. Vacilantes. Veo que corren. Andan…
Intento enfocar
mejor. Instintivamente disminuyo la velocidad de mis pasos.
-
¿Qué será eso…? – Me digo entre
dientes. Incrédulo sospecho lo peor.
Una figura
porta algo voluminoso entre sus manos.
Corre de
una dirección a otra. Se detiene.
Veo que
emerge otra figura. A lo lejos interpreto que son figuras dantescas.
Un sudor
frío, emerge por alguna parte de mi humanidad. Estoy indeciso.
¿Sigo…?
¿Me devuelvo…? ¡Qué ironía…Debía acudir a mi trabajo!
Me
encuentro a menos de unos cien metros.
Portan
algo parecido a enormes palos. Los agitan.
Veo que
salen de una casa. Entran. Dejo de verlos.
(En un
principio pensé…Y anhelé que fuese algo producido por el enorme sueño, ¿será
una terrible pesadilla…? Decido seguir.)
¡Y de
repente brotan como por generación espontanea!
Ahora ya
son tres. Asumo que son hombres. De distintos tamaños.
(Me
emociona…Pero es que al darme cuenta de que mi misma persona forma parte de
todo esto…El estar consciente: Me causa estupor.)
Sigo
disminuyendo mi marcha. Sujeto en mis manos mi mini laptop.
…Ya me
encuentro a unos escasos sesenta metros…
Puedo ver
que son hombres.
¡Síííí!
¡Sí! Son humanos, luego no son producto de mi imaginación.
Van
vestidos de la cintura para abajo.
Noto que
están violentos. El miedo emerge en sus rostros.
Pero entre
ellos mismos se dan el valor requerido.
Descubro
que llevan enormes varas. Uno lleva un trozo de hierro enorme.
Otro lleva
algo parecido a un enorme rastrillo.
Los veo
que se aúpan unos a otros. Como para darse el valor necesario.
-
¡Hay que matarlo! – Escucho a
lo lejos.
…Ya me
encuentro a menos de treinta metros…
Corren y
se meten por una de las calles. Me parecen etéreos.
Señalan
por esa dirección. Corren en medio de sus gritos, profieren gritos.
Escucho:
¡Hay que matar a ese ladrón desgraciado!
Sigo
andando. Ya estoy llegando a la esquina.
Veo que
sale otro mas de la casa de Leandro Perozo,
¿De la
casa a la cual voy? …Sí…Así parece ser.
…Qué
extraño sortilegio…
El mismo
común denominador…Miedo y cólera. Deseos de venganza.
En ese
mismo instante, pasa a mi lado. No veo que perciba mi presencia.
Está
absorto, obsesionado por agarrar al sujeto que les está haciendo daño.
-
¿Qué pasó? – Le pregunté muy
intrigado, pues salió de la casa del amigo Leandro.
-
Un ladrón. Lo estamos
persiguiendo. Hay que matar a ese asqueroso. – Me dijo mientras continuaba en
su camino, siempre pendiente de los compañeros que segundos antes habían
acudido por esa misma calle.
Me
apresuro a ingresar a la casa del amigo. Introduzco la llave y logro abrir el
cerrojo y rápidamente me meto.
Y cuando
cierro la puerta, escucho despavorido una voz masculina, que me grita…
-
¿Quién es…Qué quiere…? –
Atónito quedé pasmado.
Escuchaba
la voz ronca, pero no lo veía por ninguna parte.
El hombre
se desliza cerca de mí y fue cuando me reconoció y me dijo en tono muy
nervioso…
-
¡Ah es usted! ¿Y qué hace aquí
a esta hora? – Reconocí al hombre.
Era uno
que vivía en esa casa. Que al llegar a mas o menos unos cuatro metros me
reconoció…
-
¿Qué pasó…? Vengo a trabajar… –
Le dije trémulamente, en medio de un momento muy impreciso, pues ya había
llegado varias veces a esa hora, pero nunca me habían recibido así.
Por lo
normal, llegaba y todos dormían. Pero hoy, no fue así.
-
Unos ladrones se metieron y
robaron el auto de Hugo.
-
¿Y cómo fue eso?
-
Yo estaba llegando en el
preciso momento en que ese caco se encontraba dentro del carro de Hugo Rafael.
Y en
cuanto lo vi, le pegué varios gritos y el muy mal parido, corrió.
Y en el
acto comencé a gritar: ¡Ladrón! ¡Ladrón ¡Hugo Rafael se están robando tu carro!
Y se fue por el patio. Cuidado.
No vaya a
ir allá. Creo que aun continúan allí.
-
¿Y qué hace allí? – Le pregunté
cuando lo reconocía, era Rafael.
Portaba
tres enormes varas, incluyendo una barra metálica de enormes dimensiones. Sus
ojos brillaban en medio de la oscuridad, a pesar de ser de tez clara.
-
Estoy cuidando que no salga por
el estacionamiento.
Porque si
viene por aquí, pues lo estoy esperando para matar a ese malayo.
Cuidado. No vaya por allá. ¿No ve que allí puede estar
ese tipo? – Yo le dije que casualmente era allí adonde tendría que ir, el espacio que usualmente ocupo cuando me
conecto a internet, por razones laborales debía acudir a esa hora, pues mi
trabajo arranca a las cinco de esa madrugada.
Rafael me miraba como si yo fuese un bicho raro…Y de
repente me espetó…
- ¿Usted viene de lejos?
- Vivo como a cuatro cuadras de acá…
- …Usted no debería venir a esta hora. ¡Está exponiendo
la vida misma!
Cuide su vida. No haga esto. Es mejor perder un buen
trabajo…Y no la vida…
¡No lo haga! La vida es muy preciosa… – Me lanzó esa advertencia premonitoria,
mientras en eso vi que Hugo bajaba del primer piso, debía venir de su
habitación.
- ¿Y Perozo? – Gritó Hugo y sin esperar respuesta alguna,
comenzó a llamarlo desde la puerta de entrada. Por cada una de sus ventanas.
- ¡¡Perozo! – Escuché a Rafael que llamaba desde otro ángulo
de esa inmensa propiedad.
Escucho el llamado como si fuese un pregón…Una y otra
vez…Pero el amigo sigue sin aparecer.
Yo continué hacia el sector en donde usualmente laboro.
Y fue cuando vi el carro de Hugo Rafael Ariza. Encontré
que tenía una puerta abierta y con el vidrio de su ventana casi abajo.
- ¡¡¡Perozo!!! ¡¡¡Perozo!!! – Gritaban clamando por la
presencia del dueño de la casa. Pero él seguía
sin aparecer.
- ¿Qué le robaron al carro? – Le pregunté a Hugo, quién
en ese preciso instante revisaba su propiedad. Es un carro de cuatro puertas.
Pequeño.
Con placas de taxi.
- Se robaron el equipo de sonido. Me rompieron la
consola. – Me dijo nada mas entrar. Vi la angustia reflejada en su rostro. Su
impotencia.
Siguió chequeando para verificar que mas daño le habían
causado.
- ¡¡¡PEROZO!!! – Escuché a Rafael que golpeaba la reja de
protección de una de las ventanas. Pero el amigo no daba muestras de andar
despierto.
Ubiqué mi puesto y saqué mi mini y me conecté…Ya eran
las 5,12 am.
Comencé con mi labor y trataba de andar siempre
pendiente. Escuchaba allá a lo lejos, como los que perseguían al malhechor
daban muestras de su persecución. Golpes secos retumbaban como un eco
premonitorio.
Ladran perros allá, y por otro lado. Y luego silencio.
Amén de una bandada de perros y gatos que chillaban
furiosamente, en las diferentes propiedades
se producían. La batida era exhaustiva.
Poco a poco, se fueron distanciando esos ruidos.
Ya era el silencio de cualquier amanecer.
…Pero después de eso…Los minutos seguían su recorrido.
Pronto comenzó a clarear. Otros sonidos dominaban el
escenario.
Todo parecía indicar que los mal vivientes se habían
dado a la fuga, con el fruto de sus saqueos.
Rafael con toda seguridad, ya había abandonado su sitio de vigilancia.
Hugo ya había subido a su habitación…Y yo continuaba
con mi labor, siempre pendiente de cada rincón. De cada ángulo de esa casa.
Ya para ese entonces, eran las siete de la mañana y fue
cuando abrieron la puerta.
Era María la nuera de Leandro que salía con el
cochecito de su hijito Luis Ángel.
Y cuando le narré todo lo que había ocurrido, corrió y
llamó a su suegro.
Pronto vi a un somnoliento Leandro Perozo.
- ¿Qué pasó?
- Se metieron en tu propiedad. Robaron el carro de Hugo.
– De inmediato miró hacia una de sus paredes y me dijo señalando…
- ¡Se robaron las cornetas! …Y dejaron los cables. Lo jalaron.
Destruyeron sus cables. – Efectivamente, en la pared visualicé el espacio en
donde hasta hacía poco estaban sus cornetas.
- Tenían mas de 20 años colocadas allí. Y ya sé quién
fue: ¡Williams!
Ese degenerado le di trabajo… ¡Y entró fue para planear
ese robo! Desgraciado, malparido… - Dijo mascullando su cólera mientras
chequeaba todo a su alrededor.
- Cuando ese malayo vino, Hugo se le abrió y comenzó a
regalarle ropa suya…Y mira con que le está pagando. La verdad es que hay unos
tipos…Que lo que se merecen es… - No pronunció en palabras lo que andaba
pensando, pero por sus gestos asumí que seguía muy molesto con esa persona, a
la cual afirmaba que había violentado la paz de su casa.
Y yo me quedé allí sentado, trabajando, mientras él
hacía un recorrido por su propiedad. Noté que se encontraba muy molesto.
Y mientras lo hacía…Las palabras lapidarias de
Rafael…Bullían en mi mente…
“No lo haga. No exponga su vida. La vida es muy
valiosa”
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