Sofía


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Jesús es un infante de muy escasos años de vida, supongo que a lo sumo llega a los ocho años de existencia. Venía con una señora de mediana edad, quien al verme sentado, me preguntó en primer lugar la hora y luego de que yo le informé, me preguntó…
-     ¿No sabe a qué hora abren la barbería…?
-     Creo que a partir de la una. – Le informé luego de cerciorarme de que en verdad, estaba cerrado.
A pesar de que yo mismo iba a cortarme el cabello. Ella miró y transcurridos unos instantes mas, volvió a consultarme…
-     Disculpe: ¿Qué hora es? – Le informé que eran las doce y media, pero que tenía entendido que no había luz.
Ella mostró un gesto de impaciencia y le dijo a su hijo…
-     Jesús, hijo…Espérame un momento…Y dirigiéndose a mí me dijo…
-     Ya vengo. ¿Me puede cuidar a mi hijo, por favor?
-     Claro. Claro. – Le dije, mientras su hijo, buscaba un sitio en donde sentarse.
Portaba en sus manitos tres bolsas, y en ella cargaba tomates y verduras.
Lo contemplé con satisfacción, pues se me asemejaba a un anciano en el cuerpecito frágil de un bebé.
-     ¿Tu nombre es Jesús…?
-     Pues claro, no escuchó a mi mami como me llamó… - Su razonamiento me dejó boquiabierta. Disimulé y le agregué…
-     Perdona pues. No le escuché muy bien a la señora. ¿Es tu mami?
-     Le acabo de decir. ¿No me escuchó? – Nuevamente me sacudió este infante. Y pensé: “Es pila este carajito” por  lo que me decidí a buscarle la lengua…
-     ¿Y cuanto te costó todo eso…?
-     No sé.
-     ¿Cómo que no sabes?
-     Yo no lo compré.
-     ¿Y quién lo compró?
-     Mami.
-     ¿Y tu qué hiciste?
-     Nada.
-     ¿No tienes reales?
-     No. ¿No ve que soy un niño? Yo no trabajo.
-     ¿Y quién le da dinero a tu madre?
-     Papi. Él si trabaja.
-     ¿Y por qué tu no trabajas?
-     Porque estudio.
-     ¿Y nunca has trabajado?
-     Si. Cuando era mas pequeño, papi me llevó a trabajar con él.
-     ¿Y te pagaron?
-     Si.
-     ¿Cuánto?
-     Treinta bolívares.
-     ¡Ufff! Mucho dinero. ¿Y qué hiciste?
-     Gastarlo.
-     En qué…
-     En heladitos. Refrescos. En esas cosas.
-     ¿Y en tú novia?
-     Yo no tengo novia.
-     ¿Y por qué no tienes novia?
-     Porque soy un niñito. ¿No me ve?
-     …Me vas a decir que no tienes novia…
-     No tengo.
-     …Pero te gusta alguna chica… - El párvulo se sonrió y bajó su cabecita.
Noté que se había ruborizado.
-     Bandido. Ya sabía…
-     No. Yo no tengo novia.
-     …Y cómo se llama la  niñita que te ha robado tu corazoncito… - Él me miró fijamente,  pero en su rostro era visible su rubor.
Se sonrió. Y comenzó a moverse en una forma espasmódica.
-     No mentira. – Quiso disimular. No quería confesarme el nombre de la ladrona de su paz infantil.
-     …Te da pena… ¿Y por qué? Con seguridad tu suegro te rechaza…
-     ¿Mi suegro? Yo no tengo eso.
-     ¿Y la chica…Cómo es que se llama…? – Ostensiblemente mostraba señas de querer decírmelo, pero que mas nadie se enterara.
Se levantó y se dirigió hacia la dirección por donde su madre había partido.
Y al comprobarse que no venía, me miró fijamente y me conminó…
-     ¿No me va a vender…Verdad?
-     No. Claro que no. ¿Me vas a decir cómo se llama? – Se sentó. Bajó su tierna cabecita.
Tomó una piedrita, la observó muy bien, para luego lanzarla a unos metros.
Hizo que miraba, pero en su interior se debatía si el confesarme el nombre de esa niñita…O mejor seguir callando.
-     ¿Entonces…El misterio continúa…?
-     Primero que nada: ¿No se lo va a decir a mami, cierto?
-     Palabra de hombre.
-     Ok. Confío en usted.
-     …Y…
-     Sofía. – Dijo muy bajito, casi ni le escuché muy bien, por lo que me vi precisado a que me ratificara…
-     So…
-     Sofía.
-     ¿Y es bonita ella?
-     ¡Oh sí, es la mas bella y hermosa que conozco!
-     ¿De verdad?
-     Siiii. – Emitió una sonrisa de absoluta satisfacción.
-     Ella tiene lentes. Su pelo le llega al hombro. Siempre va vestida con su faldita…Muy bella.
-     ¿Y qué te dice ella?
-     ¿Me dice de qué?
-     Bueno es tú novia o no…
-     ¡No! Ya le dije que no tengo novia.
-     ¿O sea que es tu novia…Pero ella no lo sabe?
-     No. Ella no lo sabe.
-     ¿Y cómo sabes que ella te acepta…?
-     Si ni siquiera me mira. Ella no sabe que yo existo.
-     ¡Ah, no lo sabe? ¿Y cómo es que es tú novia?
-     Yo le dije que no tengo novia.
-     ¿Y piensas declararte?
-     ¿Está loco? ¡Será para que me mate!
-     ¿Y por qué?
-     Yo no se lo voy a confesar nunca.
-     ¿Y por qué? – Él chamito, miraba a cada instante a que su madre no nos escuchara y luego de oír mi pregunta, me encaró y me dijo…
-     Porque eso es un secreto. Mi secreto. ¿Ok? – Y luego de percatarse de que su madre ya se estaba acercando, me hizo señas con su manito y me dijo…
-     A callar. No me vaya a vender. Porque lo va a pagar bien caro… - Su advertencia era muy oportuna.
Ya su madre estaba demasiado cerca y ya no pude seguir charlando con él.
-     No que va. La luz no va a llegar ahora. Mejor venimos mañana Jesús.
-     Bueno.- Le respondió su hijo levantándose en el acto.
Y extendiéndome su mano, me estrechó la mía y me dijo a manera de despedirse…
-     Bueno en otra ocasión continuamos. – La señora nos miró con extrañeza y nos preguntó…
-     ¿Y eso? ¿De qué estaban hablando ustedes?
-     Cosas de hombre, mami. Ya vámonos. – Y tomando sus bolsas, agarró la mano de su madre y partieron.
La buena dama partió pensando que algo estábamos hablando, que su hijo no quería que ella misma se enterara. Y así los contemplé irse.
En mis adentros, había quedado maravillado de la vitalidad de ese jovencito, a tan corta edad…











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Cabezón

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“Cabezón”


En casa de Leandro hay una pareja de gatos, la gata tiene una forma de cuerpo muy desigual.
Es de diversos colores, en donde predomina una especie de amarillo, y  en la mayor parte de su cuerpo una variedad de colores, casi todos desteñidos.
Su cabeza es diminuta comparándola con su cuerpo.
Tiene una forma de andar…Un tanto desconfiada. Es de muy malas pulgas.
Y cuando maúlla…Da escalofríos. Intimida mucho su presencia.
No es nada femenina, mas bien pareciera una guerrera de las que nunca descansa y la cual mantiene siempre un nivel de cólera muy elevado.
Diera la impresión de que está siempre al acecho, con su guardia siempre elevada y dispuesta a enfrentarse a todos. Sea quien sea.
Su carácter es ser violenta, presta siempre a arrebatarle la comida y todo cuanto le apetezca a su pareja.
En contraposición el macho es mas grande, de cuerpo muy parejo, pero su característica mas predominante es su cabeza, es muy grande, y de hecho su dueño ha dado por llamarlo: “Cabezón”
El minino es pacífico. No le gusta pelear. Apacible. Perezoso. Dormilón.
Los niños cuando llegan lo agarran como si fuese un muñeco de trapo.
Lo agarran. Lo someten. Lo utilizan como almohada o cojín.
Lo cargan como si fuese un pelele…Y el pobre se deja hacer todo cuanto les plazca. (Pero en  los gestos que genera su rostro…Es un oasis de impotencia.)
Sin oponer ningún tipo de resistencia.
En días pasados llegó una niña y cuando la vimos, ella lo cargaba como un trapo todo arrugado.
Lo levantaba y lo lanzaba hacia arriba, para luego apretarlo con todas sus fuerzas. 
Y el pobre animalito se deja someter a todos los caprichos de la pequeña.
-      Niña…Tenga cuidado, que el gato la puede arañar… - La previno un asombrado Leandro, al ver la forma como le trataba a su humilde animalito.
-      ¡No él no muerde! – Fue la respuesta instantánea de la niña, mientras lo sujetaba desde el cuello, para luego alzarlo y darle un fuerte abrazo. Leandro estaba asombrado…
Cuando vimos en otra ocasión el nietecito de Leandro, lo arrastraba de la cola  por todo el garaje, y el pobre animalillo lo único que hacía es emitir pequeños sonidos, ahogados por su incapacidad y por su total indefensión.
En fin…Todo lo contrario a su pareja.
Hace poco, estaba charlando con Leandro, cuando escuchamos un alboroto.
Se escuchaba una macro pelea gatuna.
La esposa de Leandro, se acercó y lo previno diciéndole…
-      ¡Corre que están masacrando al pobre cabezón! – Yo que estaba allí mismo, sentí mucha aprehensión.
Y todos volteamos (¡Porque era imposible omitir ese escándalo!)
-      ¿Pero estas segura que es con el cabezón la cosa? – Le preguntó incrédulamente, a lo que ella le respondió…
-      Seguro que fue a ver a sus críos… - Razonó ella en medio del nerviosismo reinante.
-      ¿Suyos? ¡Si él mismo sabe que no son suyos! – Le protestó el marido.
Y es que no hay nada mas escalofriante, que escuchar una guerra entre gatos. ¡Qué impotencia!
Qué temor subyace en uno…Al escuchar esos enfrentamientos
Se escuchan alaridos. Forcejeos. Arañazos…En fin…No es nada agradable.
-      ¿¡¡¡Pero quién lo manda a meterse en casa ajena…Ah!!? – Refunfuñó muy mal humorado el jefe de familia.
Hugo y yo, que estábamos allí, nada dijimos. Aguardamos en suspenso, mientras ese feroz enfrentamiento se efectuaba.
¿Qué otra cosa podíamos hacer? Poco a poco, fue descendiendo ese aquelarre. La violencia fue amainando.
Disminuyendo la tensión entre todos nosotros.
Unos minutos de zozobra.
(¿Qué le habría pasado al pobre cabezón…? ¡Ni idea!)
…Y de repente…Vimos emerger desde lo alto de la cerca que divide las dos propiedades…Era el pobre cabezón. Venía todo desecho. Maltrecho.
Con arañazos por toda su deteriorado organismo. Derrotado y oscilante.
Su cuerpo descendió desde lo mas alto, chocó bruscamente sobre el piso.
Un golpe muy seco y potente se sintió…Lo que quedaba del pobre guerrero.
El pobrecillo venía muy golpeado. Cojeaba de las cuatro patas.
Y cuando pisaba, dejaba ver su enorme dolor.
Sus orejas todas mallugadas. Su cola baja. De sus ojitos parecía brotar lágrimas. Toda una desolación. ¡Qué dolor!
¡Qué impotencia nos dio el contemplar ese deshecho! …En fin…
Su hermoso pelaje se le veía todo desteñido. Parecía una bazofia gatuna.
Lentamente comenzó a moverse, se le notaba dolor en todo su frágil cuerpo.
Gateando buscó el cobijo de su dueño, quién lo examinaba perplejo.
Leandro se notaba angustiado, lo detalló y nos dijo…
-      Está muy golpeado. Pero está bien, en líneas generales… - Y mientras tanto el minino se deslizó entre sus pies…
-      ¡Es que eres terco! – Escuché que lo regañaba su dueño y mientras tanto el enorme “come ratones”  se fue empequeñeciendo.
Trataba de ronronearle…Pero sus muchas heridas de guerra, se lo impedían.
-      ¿Qué fuiste a hacer en la casa de tu enemigo, ah?
¿No ves que no te quieren…? – Y en la medida que le hablaba, se metamorfeaba el pequeño animalillo, eso lo noté yo.
-      Además…Tú sabes muy bien que los hijos de esa  ingrata ¡no son tuyo! – Yo me sorprendí, no tanto por sus palabras, si no por la actitud del maullador, que me parecía que le respondía con gestos, pues comenzó a dramatizar aun mas su verdadero estado anímico.
Asombrado contemplé como ese cabezón, gemía de una forma que producía mucha lástima. Bajaba su cabezota, casi rozándole con el piso.
Arrastraba entonces sus dos patas traseras…Un excelente actor dramático.
-      ¡Ya estoy cansado de decírtelo: ¡Esos retoñitos no son tuyos!
¿Además que vas a hacer en casa ajena? ¿Qué, ah? – Y faltándole fuerzas vitales, se fue arrastrando, inspirando un cumulo de sentimientos de tristeza e impotencia, que hasta yo mismo, quise acudir en su auxilio.
-      ¡Es que es necio! – Nos dijo a Hugo y a mí, que observábamos impotentes todo cuanto estaba aconteciendo.
-      ¡Él sabe muy bien, que esos chiquilines   -los hijos de esa pérfida malvada-   no son de él.  Eso lo sabe él.
Y eso lo sabes tú  muy bien. Pero no lo quiere aceptar.
¡Son del vecino! ¡Si son el vecino! ¿Me estás escuchando bien…? Del vecino.
¡Ah, no! Va el pendejo a pelear,  porque no lo quiere aceptar.
¡Él va al lado a pelear su posible paternidad! ¡Qué felino para ser tan baboso!
¿Porqué no quieres aceptarlo, ah?  Porque no,  él no lo tolera…
Porque es un terco. ¡Él es el bobo de la familia! – Exasperado clamaba Leandro, mientras el cuatro patas se hacía cada vez mas pequeño. Acurrucado. Maullando como si fuese un tierno retoño.
Y mientras tanto…Todos contemplábamos impotentes, aquel drama en esa residencia.
…Y pensar que “eso”  de la paternidad, muchos hombres lo quieren omitir.

Pero ese gato no…Qué de cosas… Sorpresas que te da la vida…












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