...Errante en estos mundos...

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“Mario miraba…”






Mientras chequeaba hacia un sector que solo él detallaba, estaba pendiente de cualquier cambio, absorto como estaba suspiraba de cuando en cuando.
Todo el que por alguna de esas casualidades se daba cuenta de todo esto, se llenaba de curiosidad vacua y con la cizaña que lo caracteriza…
Pero él, no perdía su tiempo en estas banalidades.
Y en eso andaba, cuando un lejano soplo dobló con soltura todas las copas de esa arboleda que ante  él, se encontraba.
Y asimilándola como una señal divina… (Para el resto de los mortales: Fue algo muy natural.)
Se hinchó de pasión y soltando con premura su voz alta, sonante y esto exclamó:
“Porque  cuando en ti pienso…
Me olvido que existo.
Y cuando esto sucede…
Algo inmenso brota de mí…
Es lo que no puedo definir…
Y es que una inmensa alegría me domina, me subyuga…
Es un cantar sin letra conocida.
Es un andar a ciegas con un penoso sentir,
siento en carne viva esa presencia que me controla…
No sabría explicar lo que de mis adentros
me somete, es algo que me guía
y que me domina,
estas ansías locas de estar siempre en ti.
Mucho te he esperado.
Siempre pensándote.
Pero es mucha la agonía que por ti
se desatan estas pasiones en mí…
Que no me dejan vivir.
…Qué me agobian.
¿Es esto preferible a sentir…?
Y aquí me tienes…
Andando sin andar,
existir en este mundo mutante y equis distante,
en que no logro reunirme…
En que mi esencia se diluye en ti…
Pierdo mi aliento al no sentirte…
En que vago en estas planicies
áridas de tu presencia,
exentas de mis recuerdos hacia ti…
Que lo que me deja es pena, en mi vivir…”

Pronto…Demasiado lento en su sentir, pero rápido en sus movimientos, se postró encima de sí mismo.
Quedó suspendido, enlazado en ese suspenso quedo, ¡ante la mirada impávida de los que se fijaban en él!
Y sin prestar ningún tipo de atención ante ese público morboso, que se aglutinaba en sus adyacencias…
Porque como suele suceder, ante el dulzor de la miel…
Se acercan las abejas.
Así mismo aconteció a su lado   -y él, los ignoró-   pues muchos que se preguntaban por ese trovador errante que siempre a la misma hora y  en el mismo sitio…Se detiene en su observar en esa lontananza y a cantar sus letras extrañas…
Muchos de intriga ajena se repletan   -¡Y para el nimio interés que él les dedica!-     pues tan solo a él le interesa…Y de los demás, ni un solo instante de su atención les dedica.
Y una vez completado su itinerario, el cantor de esas rimas, se despegó      -sin avisar a nadie-     y emprendió ese mismo vuelo que a diario hacía.
Y los demás, pues así se quedaron…Sin vista y sin acierto…
“Y en ese duro transitar…
Sus lágrimas lo acompañan,
pues orondo se repliega
a costa de su solaz
soledad…
Que a otro lar
ha de ir en su raro transitar…
Puesto que su tranquilidad
en estos senderos no ha de encontrar…”
 














   
















© Bernardo Enrique López Baltodano 2017









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“¿…Estaré loco…?”








En el día de ayer murió de forma natural, pero de improviso un hombre        -Trabajador incansable, excelso Padre de familia, pero muy escaso de bienes de fortuna-           cuya familia era muy apreciada por la mayor parte de la colectividad.
De hecho, esta nefasta noticia los ha dejado muy consternados.
Padre de tres criaturas, cuyas edades oscilan entre los seis años y la recién nacida, de apenas unos tres meses.
Tuvo una recaída que se le fue empeorando día a día.
Fue poco el tiempo que pasó en su gravedad; pero los costos de medicina, médicos…Y la clínica…Fue fatal en términos económicos.
Dejando en la mayor orfandad a todo su núcleo familiar.
A pesar de que poco pudieron hacer en esa institución médica en donde lo atendieron de emergencia.
Pero que lamentablemente, nada pudieron hacer.
Aun así, la cuenta era muy elevada, amén de los honorarios médicos.
- Hemos de vender el carro… - Razonó la hoy viuda, a lo que su suegro le sugirió…
- No alcanza. Tenemos que hipotecar la casa. Rematar todo lo que podamos…Para poder hacerle frente a todas las deudas.
- …Pero no hay tiempo. El banco se tarda demasiado; hemos de negociar con un prestamista. Y rápido. – Acotó uno de los hermanos de la viuda. Todos se quedaron pensativos.
- Ciertamente… - Reconoció con mucha amargura.
- Encárguense ustedes…Tengo que tener tiempo para llorar a mi amado que se me fue en la flor de la vida.
¿Y ahora quién me podrá ayudar…?
¿Cómo podré terminar de levantar a mis hijos…?
¡Tan buen esposo, Padre ejemplar!
¡Dios… ¿Por qué me lo quitaste?! – Nadie pudo consolarla.
Y a pesar de todo, tuvieron que hacer de tripas corazón, empeñando la casa. Sus enseres…
¡Para nada, pues falleció de forma muy súbita!
De repente todos ellos se encontraron sin dinero, ni para los pasajes. La consternación hizo presa a todos en el seno familiar. Se encontraban imposibilitados.
Y ante este panorama, Rubén, el hermano menor comienza a sentir y escuchar cada vez con mas insistencia una voz…
Él asegura que es la de su hermano mayor: Isaías.
…Pero nadie se detiene a escucharle.
Angustiado comienza a tratar este tema con su mejor amigo: Oscar. Y he aquí lo que le comenta…
- Oscar, me está hablando Isaías… - El amigo en cuestión se le queda mirando en forma inquisitiva y señalando el sitio en donde mantienen el cuerpo del recién fenecido, le espeta…
- ¿Y cómo te va a estar hablando?    …Estás desvariando…
¡Sí lo estoy viendo tieso y con los ojos cerrados…!  
¿Estás loco? – En medio de su incesante dolor, él cerró sus ojos y en sus adentros, analizó…
“¿Y cómo me va a entender este?
¿Creerá que me estoy volviendo desquiciado?
Sin embargo, lo estoy escuchando…Mantuvo cerrado sus ojos y comenzó a mantener un contacto en el cual…Sólo él lo sostenía…
“- Rubén escúchame, soy yo tú hermano. – Angustiado miraba de un lado a otro. Reconocía esa voz…Pero era la del que recién fallecía en ese momento…
- ¿Pero cómo me vas a hablar si estás muerto…? ¡Te estoy viendo!
- ¡No, estoy a tu lado! Escúchame por favor. Sé que en la emergencia de mi caso, ustedes se han endeudado demasiado.
¿Qué va a pasar con mis hijitos? No puedo permitirlo.
¡Tienes que escucharme y hacer lo que te estoy ordenando! – El joven se encontraba indeciso y sumamente miedoso. Por primera vez se ve enfrentado a tener una conversación con un fallecido…Su propia sangre. Quien yace aun sobre ese mesón.
Pues no ha dado tiempo para enterrarlo. Toda su familia se encuentra abocada a buscar el dinero necesario para: (Además de pagar los gastos en la clínica) Comprar una urna decente, adquirir el terreno en el cementerio y todo el costo de las honras fúnebres.
Pero realmente ya carecían de los fondos necesarios y que les hacían falta.
¿Y cómo lo podían enterrar? ¿Con qué pagaban lo que ya debían en la clínica?
Además si no pagaban…Seguiría en la morgue, pues sin dinero…No entregan sus restos.
- No puedo permitir que mi familia siga gastando ese dineral en los restos de mi cuerpo, que ya en nada me hace falta.
- ¿Y qué puedo hacer yo? Tú bien sabes que apenas soy un chico. Nadie me escucha.
¿Qué quieres que haga…?
- Saca ese cuerpo   -que ya en nada me sirve-   y quémalo.
- ¿Qué lo queme…Yo…Y cómo…?
- ¡Saca esos restos y quémalos! – En un principio creyó haber visto una imagen muy borrosa que estimó que era de su hermano. Y en su mente le quedaron resonando una y otra vez esas palabras. Las cuales parecían dagas afiladas, que le partían el corazón y todas sus vísceras. No lo entendía…Pero así era.”
El amigo     -que había sido el testigo de todo cuanto se debatía en sus interioridades-       le tocó el hombro y le preguntó en medio de todo su estupor…
- ¿Qué te está ocurriendo…? Te estoy notando que estas manteniendo una charla…Pero no  oigo la otra parte.
Sin embargo veo que miras a alguien…Pero yo no lo veo.
¿Qué está pasando contigo? – Rubén lo miraba con sus ojos bien engrandecidos. No le daba crédito a esta su actual experiencia. Pero algo en él, le gritaba que era todo cierto.
…Pero… ¿Cómo explicarlo? ¿Quién le iba a creer eso…?
Así que suspirando enormemente, le hizo señas para que lo acompañara afuera.
Se marcharon los dos amigos jóvenes.
Y encontrando un sitio apartado, comenzó a relatarle todo cuanto le había pasado.
Se quedaron unos minutos sin pronunciar palabra alguna.
Oscar mirando de frente le aconsejó…
- Mira compañero. En principio: Creo que es verdad.
No me preguntes cómo…Pero creo que sentí la presencia tan fuertemente de Isaías (Tu broder), que creo que todo esto es cierto. ¡Hay que ayudarlo! ¡Debemos cumplir con la Última Voluntad de él! ¡Vamos a hacerlo!
El problema es: ¿Cómo podremos sacarlo de ese sitio?
¡Hay mucha gente por todas partes!
- ¿Pero estarías dispuesto a ayudarme…? ¿Lo harías…?
- ¿Por tú hermano? ¡Claro que sí! – juntos comenzaron a urdir el mejor plan para lograr su cometido.
- Isaías… ¡Ayúdanos por favor! – Le clamaba en medio de su desesperación.  
Marchas y contra marchas.
Plan uno. Plan dos…Y así sucesivamente.
- Isaías quiere que quememos su cadáver. – Le recordó a su amigo.
- Si, para que tú familia no quede mas arruinada de lo que ya está. – Volvieron a revisar: ¿El cómo? ¿El cuándo?
- Pero si nos agarran: ¡Vamos presos los dos!  - Asintió Oscar consciente de que era muy peligroso…Si fallaban.
El paredón los esperaba. A los dos.
Debían actuar lo mas pronto posible.
Pues el tiempo conspiraba en su contra.
A la final…Lo hicieron. Se las ingeniaron.
Se forraron en el valor requerido.
Y…El momento preciso: Apareció.
Ambos sintieron ese empujón que ¡tanta falta les hacía!
- ¡Es mi hermano que nos está dando la señal! – Gritó triunfante. Sacaron sus restos. Lo mas rápido posible.
Lo llevaron a un terreno próximo. Miraban a todos lados, pues no querían testigos de ningún tipo.
Creían haberlo  logrado: Cero testigos.
Compraron kerosene. Rociaron todo el cuerpo…
Prendieron un fosforo…Y se lo echaron encima.
Pronto comenzó a arder.
…Ellos se dieron a la fuga.  Corrieron todo cuanto pudieron.
Ambos acudieron al seno familiar…Era menester que los vieran, para así no levantar sospechas que pudiesen recaer en ellos.
Y al llegar: Callaron.
Fingieron que nada les había pasado.
…El hermano menor…Muy en sus adentros: ¡Radiaba en felicidad!
Por fin le había sido útil…A su hermano…









   




















© Bernardo Enrique López Baltodano 2017












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...Escuchaba...

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“…Escuchaba…”







Escuchaba a Domingo mientras me narraba     -a su manera-    escenas de su vida ya pasada.
Y en esta ocasión me relataba una de sus últimas conquistas y me decía…
- Bueno la amiga en cuestión   -cuyo nombre no te voy a nombrar, por razones obvias-    y mientras me hacía esta aclaratoria, me fijé que sus ojos se le volvieron mucho mas pequeños que de costumbre e instintivamente miró de soslayo hacia la puerta de su casa  (pensé…Su esposa debe andar por esos lados.) y de una forma algo disimulada, me miró de frente y continuó…
- Yo la visito de vez en cuando. Y en ocasiones me quedo en su casa. Un día. O quizás dos. – Yo le pregunté…
- ¿Y desde cuando están ‘juntos’? – Miró de reojo nuevamente, solo que en esta ocasión intentó abarcar mas espacio visual. Mantuvo un silencio muy prudente y…
- Mas o menos: Quince años. ¡Bueno! Ya nosotros poco tenemos actividad. Si se le quiere dar un nombre.
Lo que pasa es que ella ha estado muy enfermita.
Desde que su hijo…Es un malandro. – Me dijo en voz casi audible.
- Y le ha dado muy mala vida. Aunque ella vive con su hija…Esa muchacha está loca. En un momento me cae a besos y después comienza a ofenderme.
- ¡Ah es bipolar! – Le aseguré, a lo que él me respondió…
- ¡Eso! ¡Eso! Esa hija suya es así. No sabe hacer nada.
No ha trabajado nunca. Así que sin su madre; es una inútil.
Y no es que sea mala, su madre me dice que mientras esté tomándose su pastillitas, está bien. El problema es cuando deja de tomarlas.
- ¿Es bipolar violenta?
- Así es. Y se pone ofensiva y maltrata a su madre. ¡Pobrecita mi amiguita! – Y mientras me relataba, yo trataba de imaginarme a mi amigo, con su ‘amiguita’ ya que él por su forma de ser: Brusco y poco caballero. Tiende mas a la intolerancia, que a la paciencia. Pero el verlo mientras me cuenta esa parte de su vida, pues me hizo pensar.
Ciertamente lo noté un tanto indispuesto; y no ha de ser por mi presencia. Quizás sea el tema que me está tocando.
Pues en su incomodidad, presiento que la cuaima debe andar como los tiburones…Al acecho.
Y eso me pone a mi nervioso; pues no quisiera que esa señora vaya a pensar que le estoy sonsacando a su marido.
Uno no sabe cómo puede reaccionar una esposa celosa.
Y en ese temor andaba cuando, le escuché de nuevo en su disertación…
- Realmente ya ella y yo…Poco tenemos que nos una… - Y me quedé pensando… ¿Quiere decir que ya está separado de esa fémina…? No le quise preguntar, y me dediqué a escucharlo, apartando cualquier pensamiento que me apartara de su atención…
- Y eso pasó, desde que mi esposa se enteró.
Y ya mi relación con ella se ha enfriado mucho. – Y se quedó pensando en sus palabras. Y fue cuando un mar de indecisiones me embargó.
¡No sabía de cuál de las dos se refería…!
¿A la amiga…Su esposa…Cuál?
…Y al parecer cómo que adivinó mis pensamientos pues en el acto me dijo…
- ¡Me estoy refiriendo a mi esposa!
- ¡Ah, yo creí…!
- ¿Y qué creíste pues…? – Y en ese mismo momento, escuchamos un ruido “un tanto extraño” y en el acto, ambos miramos hacía la puerta de su casa que da a la cocina. Y un segundo después, escuchamos como si ella misma estuviese removiendo platos o quizás ollas.
- ¡Shhhh! – Me hizo la seña universal de que me callase, cosa que hice en el acto.
Y acto seguido, él se levantó de su silla y se dirigió hacia esa dirección…Y pensé: ¡Aquí se va a formar la Sampablera!
Lo mejor que puedo hacer es: ¡Largarme ante que se forme ese rollo!
Me levanté muy incómodo, pero decidido.
Y al verme él, de inmediato me hizo señas muy imperativas de que me sentase y lo aguardara…
Cosa que hice…Con el mayor de los nerviosismos.
Detallé el solar en donde nos encontrábamos…
Había bastante madera apilada en varios de los rincones.
El patio estaba limpio. Contemplé una mata de limones y me interesé para ver si había limones en el suelo…
Para pedírselos y llevármelos a mí casa. Pero no había.
Escuché a su perro que estaba como mordisqueando algo. Y detrás de esa casa, él tenía dos gallos con cuatro gallinas.
Escuchaba como batían sus alas. Y uno de sus gallos intentó cantar como un gallo, y él que ya venía a sentarse me dijo…
- Ese es un pollón. Que se está creyendo el cuentecito de que ya es un gallo. Pero el mas viejo lo carga ‘a monte’.
No le hagas caso. – Me recomendó mientras se sentaba de nuevo con la mayor de las naturalidades.
…Pero ya yo me encontraba muy indispuesto, incómodo sería mejor decir. Temía que esa doñita nos estuviese escuchando   -bueno a decir verdad: ¡Era él el que me hablaba! Yo tan solo lo escuchaba y que de vez en cuando le preguntaba-  Pero él trataba de minimizar todo…Pero mi nerviosismo continuaba. Ya no me sentía cómodo.
Y se lo hice saber, a lo que me respondió…
- No le hagas caso.
- ¿Yo? Claro que le hago caso.
- ¡En esta casa mando: Yo! – Me dijo en su tono muy habitual de imposición. Así que preferí cambiarle el tema.
Pero el condenado como que quería seguir hablando del mismo “asunto”. (Ha de ser…Que está muy ‘romanticón’)
Así que transcurrido unos minutos, me levanté de nuevo y comencé a caminar de un lado a otro.
Y en el momento en que él menos se lo esperaba…
Le dije: ¡Adiós Domingo! En otro momento seguimos. – Él quiso detenerme, pero ya para ese entonces estaba llegando al portón de salida.
Lo escuché que me llamaba y para cuando me volví…La vi.
Estaba detrás de la puerta: ¡Tratando de escuchar todo cuanto charlábamos!
…Menos mal que me fui a tiempo. – Me dije a mí mismo una vez que ya estaba fuera de sus dominios…
Los problemas es mejor evitarlos.
Y mas cuando no son míos… ¡Zape!  







   
















© Bernardo Enrique López Baltodano 2017









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