...Mientras todos dormimos...Otros...











“Mientras todos dormían…”


Nota muy importante:
Al parecer en mis publicaciones se están “colando cookies” y esto me está trayendo este tipo de notificación.
Reconozco públicamente mi ignorancia sobre este tipo de tema;
Tan solo soy un escritor que deseo compartir con todos ustedes mis escritos, muy lejos estoy de violar o incumplir con reglamentos de la Unión Europea.
Por lo que me veo obligado a publicar este tipo de notificación.
Deseo informarles que me apego a todo el lineamiento del marco legal, y si esto está sucediendo; es por mi desconocimiento en esta área.
(Este aviso me está llegando y quiero hacerlo público para que todos estemos al tanto.)
( He pedido el auxilio requerido a la comunidad AdWords y esta es su respuesta)
la Comunidad de AdWords 
4:58 (hace 3 horas)
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para mí
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Hola, Bernardo Enrique L:
NachoG (Nivel 13) ha publicado un nuevo Responder en Medir resultados el 07-30-2015 02:28 AM :

Hola belbaltodano, échale un ojo a lo que pide la UE: https://support.google.com/blogger/answer/6253244?hl=es

La ley en septiembre, sino me equivoco cambia, así que mucho ojo.





Mientras todos dormían, y en la quietud de la madrugada, Ana la esposa de Luis, escuchó unos ruidos muy extraños.
Asombrada, puso mucha atención.
- Sí, algo raro debe estar pasando… - Se dijo entre dientes.
Miró el reloj y vio que eran apenas la una y cincuenta y un minutos de la madrugada…
Sigilosa se fue levantando de la cama, mientras su marido seguía rendido en su sueño de lo mas profundo.
¡Trac…Trac!
En la profundidad de la noche el menor chasquido se transforma en una bomba de aterradoras consecuencias.
Ana se deslizó y corrió a asomarse por la ventana de su sala que daba a la calle.
Miró hacia afuera…Todo se percibía normal.
Oscuro, no vio ni siquiera a un perro deambular.
No obstante, ella segura estaba que algo raro afuera se estaba gestando.
Ese silencio expectante, la brisa ligera que veía que mecían las ramas de las matas de afuera.
Decidió cambiar de sitio, no encendió ninguna luz y a tientas se comenzó a desplazar dentro de su casa.
- Me voy al cuarto de mis hijos…Allá tengo otra ventana… - Se dijo como para tomarse mas fuerza y determinación.
- ¡Qué extraño, ni los perros de los vecinos están ladrando! – Se dijo así misma, mientras se ubicaba lo mas sigilosa detrás de esa ventana.
Con el mayor cuidado, (temerosa de que la tela que ella misma había colocado para protegerse del sol y de las miradas insidiosas), la fuese a delatar, tomó una parte la del lado derecho y la fue levantando con el mayor suspenso de su vida.
Todavía escuchaba a lo lejos…Ese ruido que la mantenía en zozobra…
Recogió la tela…La echó a un lado y echó un ojo hacia afuera…
¡Y lo que vio, le confirmó todas sus terribles sospechas!
…Eran dos elementos que en medio de las penumbras, se movían con el mayor de los sigilos…
Pero aun así, sus torpes pisadas chocaban con material de construcción que ellos mismos mantenían en el patio de su casa.
- ¡Y se quieren saltar la cerca del vecino! – Se dijo así misma asustada y persignándose una y otra vez.
Pensó: (¿Y ahora qué puedo hacer…?)
Y se recordó que su esposo aun dormía plácidamente en su cama.
- ¡Esto tiene que saberlo Luis! – Y sin pensárselo mas, echó una última mirada…
Vio cuando los ladrones, chequeaban todo su entorno con la mayor desconfianza del mundo.
Uno de ellos, le indicaba al otro, que le pasase ladrillo por ladrillo…
- ¡Los muy bandidos, se quieren saltar la cerca de mi vecino! – Ya al comprobarse la intención de los cacos, corrió a su habitación y comenzó a despertar a su dormido compañero.
- ¡Luis, Luis! – Lo llamaba mientras lo empujaba una y otra vez, pero era que el condenado hombre, no se despertaba.
- ¡Luis, despierta!
- ¿…Quééééé  pasó…? – Le respondió muy molesto, ya que deseaba seguir en lo suyo…
- ¡Que se están metiendo dos hombres!
- ¿Quééééé…? – Le preguntó mientras se levantaba con la velocidad de un rayo.
- Son dos. Y están en el patio…Se esconden entre los bloques que tenemos apilados en el patio.
- ¿Estás segura? – Pregunta tonta, pero es que Luis aún no se despertaba del todo…
- ¡Apúrate!  Antes de que ocurra una desgracia… - Le alertó mientras veía que se estaba quedando otra vez dormido.
Lo removió con fuerza, y él entendió que debía estar presto.
Se pasó sus manos por sus ojos, los cuales les costaba mantenerlos abiertos. Pero ya mas consciente, comenzó a moverse con mas precisión.
- Tráeme la escopeta. – Le indicó él con la mayor sangre fría posible. Ella le obedeció en el acto y se la trajo.
Él verificó que estuviese cargada. Eran dos las balas que se mantenían en su cartucho.
La enfundó y le indicó por medio de señas de que le indicara en dónde estaban esos sujetos que se atrevieron a violar su morada.
Ella lo agarraba por las manos, temerosa de que esa acción se volteara en contra de ellos mismos.
- Mi amor, ten mucho cuidado. – Le previno, pero ya él había tomado su decisión…
Sea quien sea, lo iba a pagar bien caro.
- Amor…No vayas a matarlos…
- ¡Tú no te metas! Dime: ¿En dónde están?
Y déjame que defienda mi casa. – Ella intentaba agarrarlo, antes de que fuera a hacer una locura, pero en el fondo sabía que él tendría que hacer…Lo ideal era que solamente les disparara para asustarlos   ¡y que se fueran corriendo!
…Pero conociendo como lo conocía…Temía lo peor.
Lo llevó hacia el cuarto de sus hijos.
Ambos comprobaron que ellos seguían tranquilos durmiendo cada uno en su camita.
Pasaron al lado de cada uno de ellos.
- Están bien. – Le dijo ella, en un arranque de nervios. – Mira: ¡Allí están!
- ¿Dónde? – Él no identificaba el sitio exacto, ya que la oscuridad lo confundía.
- Allí.- Le indicó ella agarrándole por la cabeza e indicándole con su dedo, la dirección exacta. Él afinó mejor su mirada, y los pudo ver en medio de esa penumbra tan espesa.
Apuntó con su arma…
- ¿Estás loco? – Le gritó ella- ¿Vas a despertar a los hijos? – Él bajó su arma larga y comprendió que era una verdadera locura (¿Dispararle en el cuarto de sus hijos? ¡Estaba loco!), pero ya su sangre le hervía de la cólera que sentía por ese par de bribones.
Corrió hacia el patio de su casa.
Ella intentó detenerlo, pero él la empujó y le gritó que lo dejara quieto.
- ¡Déjame actuar!
- No los vayas a matar. – Le acondicionó sus temores. Él la miró y por respuesta, le dio la espalda y le indicó que cerrara la puerta en cuanto él saliera al patio.
Ella se mordía sus uñas. Estaba terriblemente nerviosa temiendo que su marido fuera a vaciar los dos tiros y dejara a ese par de trúhanes…Tiesos. Muertos.
Cerró la puerta una vez que él salió.
Aunque se negaba a hacerlo, pero era preciso obedecerle. Ya lo conocía, eran muy pocas las veces en que veía esa resolución reflejada en el rostro de su muy pacifico esposo.
- ¡Ay Dios mío! – Susurró ella, mientras trataba de espiarlo a través de la puerta ya cerrada. Trató de seguirle sus pasos.
Pero no podía. Las paredes se lo impedían.
Así que corrió hacia el cuarto de sus hijos, para presenciar la continuación de esa trama que le había robado su calma.
Escuchó unas graves pisadas, provenían de su techo.
- ¡Ese es Luis! – Se dijo tratándose de calmarse. - ¿Y si lo oyen…? – Se refería a los dos intrusos. Se asomó y pudo entrever que ya habían apilado una hilera de bloques y que uno de ellos, trataba de escalar por encima de ellos, como en efecto logró.
Su compinche lo ayudaba.
Pronto fue testigo de cómo se logró encaramar por encima.
Vio cuando ya uno de ellos, estaba casi al borde de la cerca, presto a saltarse…
El otro lo prevenía. Ambos seguían nerviosos y temerosos de que alguien los fuese a descubrir.
Con el mayor de los cuidados, el que ya estaba arriba, se comenzó a preparar para escalar el metro y medio que le faltaba para saltarse en la propiedad ajena.
Vio el vehículo que lo incitaba a robar.
…Le indicó al otro, que se fuera hacía el frente mientras él se saltaba…
Ana sudaba copiosamente. Temerosa de que alguno de esos, que ya veía que estaban armados con un revolver o pistola…No supo precisar qué era…Pero iban armados.
- ¡Dios protege a mi marido! Él no conoce ni de armas, ni tiene practica… ¡Ayúdalo por favor!  – Rezaba copiosamente, mientras intrigada se preguntaba en qué parte de su techo se encontraba Luis.
El que estaba encaramado en la ruma de bloques de concretos, ya tenía sus dos manos sobre el borde de la cerca…Levantaba su pierna derecha…
¡…Cuando de repente se escuchó una tremenda detonación!
En medio de esa calma…
Todo se volvió un caos. Los perros comenzaron a ladrar desaforados.
Algunos vecinos corrían y prendían las luces de sus casas.
Pronto unas linternas comenzaron a rasgar la oscuridad, en búsqueda del sitio en donde se había originado aquel balazo.
Ana fue testigo cuando el hombre, no pudo saltar… ¡Cayendo irremediablemente en la tierra de su propio patio!
- ¡Lo mató! ¡Lo mató! – Gritaba frenética mientras sus hijos se despertaban por ese escándalo.
- ¡Quédense quietos, sigan durmiendo! – Les ordenaba a sus hijos, pero ellos lloraban y gemían por el temor que sentían al ver a su madre toda temerosa.
- No pasa nada. Quédense quietos. – Les repetía mientras intentaba seguir averiguando a través de su ventana.
El menor de sus hijos, corrió y la abrazó, ella lo consoló, e intentaba seguir el curso de los acontecimientos que seguían en pleno desarrollo.
- ¡Ayúdame…No me dejes morir! – Escuchó en medio de esa madrugada tensa.
- ¡No lo mató!
- ¿Quién lo mató, mami? – Le preguntó su hija mayor mientras intentaba afanosamente asomarse, pero su madre se lo impedía y les incitaba a que se calmaran.
- Papi está arriba, él nos está protegiendo.
¡Cállense! – Volvió a mirar, y fue testigo de cómo el otro seguía indeciso, no sabía si caerle a tiros, al que cobardemente había herido a su compañero o salir huyendo a toda carrera.
- ¡Ayúdame desgraciado! – Le suplicaba el herido.
- ¿En dónde te dieron?
- En la nalga. Ayúdame a levantarme y huyamos de aquí,  ¡antes de que nos maten como a unos perros! – El otro corrió en su auxilio y lo sujetó lo mejor que pudo, sin perder de vista…Chequeaba todos los lados.
Nunca pudo precisar de qué ángulo, ni quién los había descubierto.
Cojeando el mal herido, logró erguirse, claramente se veía que le costaba mucho caminar. Se apoyó en el hombro de su compañero y en medio de ese escándalo y aprovechando que la oscuridad espesa de esa noche seguía a favor de ellos, comenzaron su huida.
Torpemente se desplazaban.
Un hilo de sangre los delataba.
Lograron salir de ese sitio funesto.
Doblaron la esquina siguiente, y en vez de coger por la calle, se metieron por la espesura del monte.
Y cuando ya creyeron que estaban a salvo…
¡Otra detonación se escuchó!
- ¡Ay me dieron a mí también! – Gritó desesperado el que iba sano.
Pero ya la adrenalina estaba en su mayor apogeo…Corriendo se confundieron entre las matas. Iban heridos ambos.
Alguien lo seguía a través de la mirilla de su escopeta…Lo siguió hasta que se perdieron en la espesura del monte.
Pronto salieron varios vecinos. Envalentonados se veían con armas cortas y largas, con machetes y hasta con cuchillos de cocina. Las mujeres detrás de sus maridos.
Se veía claramente que dormían…Pero que ya estaban “al pie del cañón” en defensa cada uno de su propiedad, de sus bienes y de su propia familia.
- ¿Qué pasó, qué pasó? – Era la pregunta que neciamente se hacían entre ellos.
- ¡Eran dos ladronzuelos que intentaron meterse en la casa de Germán! – Les informó otro de los vecinos.
- Si, pero  ¡yo escuché dos tiros! Uno primero y a los minutos: ¡otro! – Clamaba angustiada una de las vecinas, que no atinaba a comprender con exactitud lo que había ocurrido.
- No sé con exactitud quién le disparó…Pero yo mismo fui testigo de que uno de ellos iba a saltarse la cerca, cuando le dispararon en una nalga. ¡Cayó al suelo del patio de Luis!
El otro corrió en su auxilio. Y cuando viraron la cuadra, en vez de seguir por la vía…
Se metieron por el monte  ¡y fue cuando escuché la otra detonación!   
…Le pegaron un tiro en la nalga del que iba bien…
¡Y de repente se perdieron entre la espesura!
Ana seguía adentro, escondida.
Temerosa salió a su patio, y vio la incertidumbre reflejada en su rostro, quien temeroso de darse un mal golpe, buscaba la mejor opción para bajarse.
- ¿No lo mataste verdad? – Su pregunta no tenía sentido, y ella misma se corrigió cuando le dijo…
- Le diste en una nalga…
- Debí darle en la cabezota…A esos desgraciados hay que matarlos. – Sentenció gravemente su esposo, ya satisfecho de haber cumplido con su deber de defender su propia casa.
- ¿Y quién le habrá dado al otro…? – Le preguntó Luis.
- ¿Y no fuiste tú mismo, pues…?
- ¿Y cómo…? Cuando doblaron por la esquina, salieron de mi campo de visión. – Le explicó él, y fue cuando ella entendió…
- …Entonces si no fuiste tú… ¿Quién fue…?
¿Lo habrá matado…?
- Eso lo sabremos mañana, si vemos los zamuros sobrevolando la zona…
Cuando salga el sol.
Vamos a seguir durmiendo. – Le dijo él mientras le devolvía la escopeta.
No obstante, ella verificó…Y si…Había otra bala en el cartucho…Suspiró aliviada.
- Hay que seguir durmiendo. No vaya a ser, que nos achaquen a nosotros,  ¡esos muertos!
- Si es mejor, quedarse quietos. – Ella levantó suavemente una de las cortinas de otra ventana, y se comprobó que sus vecinos seguían mirando y mirando, tratando de encontrarles…Pero ellos prefirieron seguir en su bajo perfil.
Y era lo mas prudente. La noche esconde con su oscuridad, los mas bajos instintos.
- Mañana será otro día… - Repitió la consigna de su esposo. Tranquilizó a sus hijos y trató de arrullarlos con canciones de cuna.
Pronto la calle se despejó. Hay que darle el curso correcto…De noche…Hay que dormir…



   





© Bernardo Enrique López Baltodano 2015




Mundos llenos de creencias...
















“¡Así somos!”





En cierta ocasión una amiga de mi esposa, le dijo que deseaba visitar nuestra casa con la intención de presentarle a un “Apóstol” de su iglesia, (El cual era muy “asertivo”) que siendo protestantes  -como era su denominación religiosa-,  él estaba de visita en esta ciudad, y pensaba que le iba a ser muy útil el conocerlo.
Le informó que ese hombre, era “un Hombre de Dios” y que no era necesario decirle nada, ya que él le diría: ¡el pasado, el presente y hasta el futuro!
(Entendí que era “una especie” de clarividente, o un personaje que adivinaba todo lo referente a la persona que se le ponía por delante.
Despertándole el interés como mujer…Eso pensé, mientras me informaba al respecto.)
Mi esposa me invitó a que estuviese allí con ellos, mientras la visitaban, a lo cual le expuse: “Soy católico y aun cuando mi iglesia ha cometido muchos errores en toda su historia, desde la partida de Jesús Cristo (Las Cruzadas, las elecciones de los papas, etc.) no pienso cambiarme de religión.
Soy católico. Y nada mas.
No obstante, no me opongo a que vengan a esta casa. Allá ustedes.
Pero no cuentes conmigo. ¿Ok? – Ella se me quedó mirando en silencio. Asintió. Y continuó con sus “qué haceres”.
Yo por mi parte, me dediqué a los míos.
Ese día, a la final, no vinieron.
Llegaron de sorpresa el día siguiente.
Ella llamó a mi costilla para informarle que ya estaban en la puerta y que nadie la atendía, a lo que le respondió…Estamos en un centro comercial y en cuanto pueda nos vamos hacia allá.
La amiga se ofreció a ir a buscarnos, como en efecto eso hizo.
Al colgar su celular, me dijo que “ya vienen en camino. Vamos a la parada de la Avenida.” Así que nos dirigimos hacia esa zona.
La esperamos en el sitio   -ya acordado por ellas mismas-   y a esperar a que llegaran en el vehículo.
- Ella  tiene una camioneta negra. Es grande. -  Me informa mientras miraba a todas partes.
- ¿Y de dónde vienen? – Le pregunté al verla muy dubitativa, mirando a todos lados.
- Vienen de la casa. – Me respondió mirando en sentido contrario, yo le hice señas y le dije…
- Pero si han de venir, será por este lado. No por otro. – Ella consintió, pero igual seguía dando  su vistazo a todas partes.
En ese preciso momento, la avenida estaba muy congestionada, tanto de peatones como de la diversidad vehicular que por allí transitaban.
- ¿No será esa camioneta la de ellos…? -  Le dije mientras señalaba a unos cien metros, mientras el semáforo cambiaba de rojo a verde, y comencé a ver que comenzaba a acercarse, mi señora miró y al verla, me dijo…
- ¡Esa es la camioneta! -  La noté muy contenta.
No dije nada y le hice señas de que la esperara no donde ella asumía que llegaría   -puesto que varios carros estaban estacionándose por allí-    le hice señas que por lógica, saldrían por otra área.
Accedió de buena fe, y allá se dirigió.
Cuando llegaron, abrieron la puerta trasera y pude comprobar que no venían solo ellos dos, pude ver a una mujer con dos infantes, un varoncito y una hembrita de escasos años.
Hicimos los saludos de rigor y nos invitaron a subir, lo cual hicimos sin mucho preámbulos, ya que el sitio era muy concurrido y era menester montarse rápido e irse de allí.
En el volante iba la amiga de mi costillita, llamada Nancy, de copiloto iba un hombre ya maduro.
De amplia frente, sin barba, ni bigote. De corte de pelo, normal. Ni largo ni corto. De contextura normal y al parecer, no era muy alto que digamos, pensé que era una talla normal al común nuestro.
Y su acento denotaba claramente que no era un criollo.
- ¡Bendecidos sean los dos, al entrar a nuestra morada! -  Dijo el copiloto tratando de mirar hacia donde estábamos, pero sin tratar de perder la conciencia de la vía que tomaba la chofer.
- ¡Gracias por venir a buscarnos! -  Le dijo mi esposa.
- ¡Si muy agradecido, por su fina atención! -  La secundé.
- Ustedes dos hacen una muy bella pareja. ¿Cuántos hijos tienen…? – Nos hizo la pregunta sin mirarnos.
- Nosotros estamos casados, pero no tenemos hijos propios. Yo tengo los míos y él tiene los suyos.
¡Y estamos satisfechos de nuestros hijos!
- …Pero nunca es tarde. Y si usted tuviera fe, Dios la recompensaría con un hijo propio    -digo de ustedes dos-    el tiempo de Dios, es perfecto.
Y para Él no hay nada imposible… - Convino el buen hombre.
- ¡Parió Sara a los noventa años! ¿Y no lo podré hacer yo…? – Les preguntó en son de broma, a lo cual el oficiante dio media vuelta y fijando su mirada en ella, le dijo…
- ¡Para Dios, no hay imposible! Y si usted con fe, le pide a Él, pues Él se lo dará.
Y ya ve el caso de la buena Sara. Ella por causas que no vienen al caso, siempre le pedía a Dios que le concediese un hijo.
Pero nunca se lo había concedido.
¡Hasta que vino, por flojera!
Y mandó a una de sus criadas y le indicó que “le calentara la cama” a su marido…
¡Y allí nació Ismael!
De allí vienen  “los ismaelitas” los que años después se transformaron en los musulmanes.
Y de allí vino, todo ese desbarajustes que hoy “en día” todos vemos. ¿Por qué? Por el pecado de la flojera. Sara creía y no creía.
¡Ah pero al ver que su esclava le dio un hijo varón…!
¡Se puso las pilas! -  En un vacío que él asumió, aproveché para agregarle yo…
- Yo en lo personal, he leído El Corán y siempre le expuse a varios musulmanes    -que nos unían cierta amistad-    extrañado por esa forma de comportarse…
- ¿Y por qué siendo “El Corán” un libro tan excelso, tan bello…Ustedes son tan violentos…?
¿Por qué tantas guerras…Tantas matanzas…?
Porque no lo entiendo. -  El religioso me miró y continuó él…
- ¡Y nunca tendrán paz! Nunca le perdonan que no fuese Ismael, el elegido.
Son un pueblo que no conocen la paz, ni la tendrán.
- Y por lo visto, estaremos sometidos, a tantas bombas. Ataques terroristas. Masacre de todo tipo.
- Es horrendo, pero es así. Por eso que a Dios, debemos estarle pidiendo siempre.
Él no necesita de nosotros. Dios es Dios. -  A todas estas ya habíamos llegado a la casa, estacionó y aproveché para bajarme y proceder a abrir, el portón, la reja protectora y la puerta de la casa.
Los invité a entrar y a que tomaran asiento.
Y cuando ya los vi a todos cómodos.
Procedí a despedirme de ellos.
Todos me despidieron, me retiré a bañarme y luego a ver televisión, mientras estaba en mi sillón escuchaba el sonido de sus múltiples voces.
Estuvieron un rato largo, mas o menos unos tres cuartos de hora.
Sentí cuando ella, cerró su puerta, oí cuando los despidió, mientras seguía viendo una película.
Al rato me comentó…
- ¡Qué bah! Yo sigo prefiriendo a mi iglesia   -con todos los defectos que pueda tener-   pero yo en lo personal, le pido mucho a mis vírgenes.
Y Ella me escucha. Hago mis rosarios. Todo.
Y esa gente, no es que no la quieren, pero no le dan su puesto, tan solo la ven como “la madre de Jesús” y nosotros los católicos, la vemos como la que es: Una Virgen. En todo el sentido de la palabra.
El Apóstol, se cansó de convencerme para que me cambiara a su religión.
Me dijo: “Usted es una Mujer de Dios”   -y volviéndose a sus acompañantes-   les preguntó: ¿Verdad que yo dije eso? A lo que ambas le afirmaron que así había sido.
“Usted es una mujer de Dios”
¿Por qué se resiste a convertirse en nuestra religión?
- Yo me le negué y él me respondió…
- Es que usted no me entiende.
- El que no me quiere entender es usted.
Yo en cambio, sí que lo entiendo.
Yo he sido bautizada.
Confirmada.
He hecho mi primera comunión. ¡Todos los ritos de mi iglesia católica, los he realizado: Me falta la extremaunción!   -Y cuando eso lo requiera, pues llamaré a mi sacerdote-   para que me haga ese rito.
- Usted no me quiere entender. Mire es necesario que usted visite “Nuestra Iglesia” para que pueda ser bendecida. Para que cumpla con todos los ritos de nuestra Iglesia. Para que se casen, bajo nuestros ritos….Usted no me quiere entender…
- El que no quiere entenderme es usted. Ya le dije, que todos los ritos los he realizado. No me hace falta ir a la iglesia, para creer en Dios.
- Pero es necesario. Usted tiene que contribuir con la iglesia, con el diezmo. ¿Sabe lo que es eso…?
- Mire Apóstol, si usted viene a mi casa en busca de dinero…Déjeme informarle: ¡Qué ando tan “limpia como el Alma de Cristo”! – El religioso insistió y en vista de que no conseguía sacarla de allí le dijo…
- Dios es riqueza. Mire le voy a contar algo.
Tuve que pagar: 4.000 bolívares, de una cuestión ajena a esta conversación.
Y yo le dije en oración a Mi Buen Dios: ¡Dios ayúdame que me he quedado limpio!
Mire y usted no me lo va a creer: Hoy en la iglesia, uno de los discípulos me metió un sobre en el bolsillo y cuando lo abrí: ¡Había 1.000 bolívares!
Y luego otro me dio en mis manos: 400 mas.
Y yo me dije: ¿Viste que Dios escucha mis oraciones? -  Yo mismo me lo decía.
Me lo afirmaba.
Y eso a pesar de que  ¡confío mucho en Él!
¡Pero así de esa forma obra El Señor! – Y metiéndose una mano en su pantalón   le dio un billete de cien a mi esposa    -según me relata ella-
y le agregó…
- Mire usted. Yo le voy a dar este billete de cien.
Para usted   -y no se me niegue a recibirlo-   pero usted  “debe” darle el diezmo a la iglesia…o sea…10 bolívares que debe darle a la Pastora acá presente   -refiriéndose a Nancy-   ella me miró y esperó que le diese lo convenido a ella. -  Yo les hice señas de que ya venía. Fui a mi cartera y saqué un billete todo ajado que poseía   -era todo mi capital-
y fui y se lo entregué.- En el acto, él continuó diciéndome…
- ¡Así es que debe ser!
Ha Dios hay que darle “su diezmo” - Yo me le quedé mirando, sin saber qué agregarle, al poco tiempo y en vista de que no había logrado su cometido, se despidieron.
- No sin antes de lanzarnos una oración, tanto para esta casa, como para nosotros.
Acepté de buen agrado su bendición.
Porque uno nunca sabe, y una bendición es una bendición. - Y luego de una pausa se me quedó mirando y me dijo…
- Tú… ¿Qué opinas de todo eso…? -  Yo la miré y carraspee y tomando una mejor posición empecé a decirle…
- Siempre he creído, que a Dios, no le hacemos falta nosotros.
Él es Único.
Él es Alfa y omega.
Principio y fin.
Odio y amor.
Noche y luna.
Todo lo visto, fue Creado por Él.
Ni nosotros dos juntos, ni todos los 7 u 8 mil millones de habitantes de este mundo, aunque nos juntemos o nos sigamos dividiendo…No le hacemos falta alguna.
Porque Él es Omnisciente. Es omnipoderoso.
Él lo es todo. No hay Iglesia que lo pueda contener.
Ni todo lo Creado o Increado por Él, lo puede contener. Es Único y Poderoso.
Dios es el Bien y en el Mal, está.
¡Está en todas partes!
“Nada se mueve, sin la bendición de Dios”
¡Él es un misterio,  para nosotros!
Él es todo y a la vez es: ¡Nada!
¿No es que: “Escribe derecho sobre líneas torcidas”?
Nosotros no le hacemos falta alguna a Él.
Al contrario: ¡Somos nosotros los que nos urge estar con Él!
A nosotros si nos conviene: ¡estar con Él!
Nosotros somos los pecadores.
Y si Él nos concedió “el libre albedrío” poco le importa, si lo aceptamos o no.
Ya me gustaría estar con Él.
¡Como a todos nosotros!
Pero en su Santa Sabiduría…
Nos soporta. Nos tolera.
¿…Y tiene una “santa paciencia”…?
Nos espera. Se conduele de nosotros.
Y trata siempre de sobrellevar “nuestra carga” porque a veces pienso, que somos “un punto muy negro y oscuro” en Su Creación.
¡Qué Santo es el Señor! ¡Qué Paciencia!
Porque si a mí, me tocase…
¡Yo liquidaría a esta raza llena de sangre y de porquerías!    -Pero en su Santa Sabiduría-   se compadece de esta raza. Sus hijos. Sus creaciones.
…Y mira como nos hemos portado nosotros…
Y al decir “de nosotros” no solamente me estoy refiriendo a los dos…Sino de miles y centenares de miles de millones que por miles de años, hemos sido barbaros, salvajes, déspotas…
¡Dios qué paciencia la tuya! - Y luego volviendo a ella, le afirmé…
- Y eso se lo escuché a ese Apóstol o Profeta, cuando afirmó que: ¡Dios no le hace falta nuestras oraciones, ni siquiera nosotros mismos!
- ¡Cierto! ¡Eso mismo escuché decirle!   …Pero… ¿Y por qué me alegó después que era necesario acudir a “su iglesia”? -  Abriendo mis brazos le agregué…
- Porque… “La mona por mas que la vistan de seda…” Así es el género humano. Así somos, cada uno “arrimamos a nuestra brasa…”  - Después que le dije eso, me quedé pensando…
(En verdad que somos una raza extraña.
Sabemos que Dios es Único.
Pero siempre hacemos nos que nos da la gana.
Y en Nombre del Altísimo…Acudimos a la guerra a matarnos.
Hasta los ladrones y asesinos…Le piden a sus “entidades” que les intercedan ante Dios…Para que les vaya bien… ¡En su trabajo!   -Que no es otro que robar y matar-   ¡Pero al hacerlo con “la venia de Dios” como que logran su absolución!
…Así somos…Esta raza: “Humana”)










© Bernardo Enrique López Baltodano 2015



Hoy les traigo esta narración...








“Heber”





Conocí a Heber en un puesto ambulante de comida rápida, de esa que llaman “comida chatarra”   -aunque para mi concepto-   es mas bien una comida pesada, grasosa pero con un sabor agradable y que para el transeúnte normal,   -aquel que poco come en su casa-    es una solución ideal.
“Un resuelve…” – Como dicen por estos lados.
Heber es un hombre grueso,  con una cabeza mas bien pequeña al igual que sus manos,  de mediana estatura, y es que en verdad nunca lo he visto calzado correctamente, siempre lo he visto con unas chancletas de cauchos de las que utilizan los indios goajiros, con suela de caucho y que llevan un bordado algo rustico.
Y siempre utiliza franelas de tela gruesas,   muy pocas veces, mas bien diría que nunca lo he visto con camisa  -como tal-   porque muchos llaman camisas a toda prenda que utilizan los hombres de la cintura para arriba, y no me parece correcto, pero en fin.
En cierta ocasión que llegué a su negocio, hizo un aparte y me llevó a uno de sus rincones y me comentó…
- Mi padre  -que en paz descanse-   era un hombre siempre reservado, siempre lo vi trabajando y quizás sea eso, por la razón de que yo no conozco ni de sábado, domingos o de días que sean feriados, para mi todos los días son iguales, yo arranco a trabajar desde las cinco de la tarde y en ocasiones termino a las cinco de la madrugada, llego a la casa y ya me están esperando los amigos para que juguemos unas cuartas partidas de dominó.
Y yo los acompaños -porque es precario para mí-   quitarme el calor que me produce el estar pegado a la cocina por tantas y tantas horas a ese fuego que me pega en el pecho.
Pero en fin, no es eso lo que te quería mencionar, te quería conversar sobre mi viejo.
Él era un hombre solitario. Siempre lo vi solo, a pesar de que mi madre veía a través de sus ojos, pero así era él. Siempre se apartaba.
Y es que en mis recuerdos, albergo muchas escenas una de ellas y que siempre se me ha quedado grabada es que siempre lo vi trabajando.
Nunca logré ver,  sin algo que no estuviese haciendo. O estaba reparando una silla, o reparando alguna de las hamacas.
O salía a caminar. Él tenía muy pocos amigos.
Mas bien te podría alegar que no. Él no era hombre de estarse confiando de nadie.
Y ni siquiera de sus propios hijos.
Poco hablaba.
Podían pasar horas de horas, y yo sentado a su lado…Y no me hablaba.
Pero eso sí, cuando yo menos me lo imaginaba, me increpaba…
- ¿Por qué te moviste? – Y yo me quedaba mas tieso que nunca   -no  le respondí, pues para él era una falta de respeto-    me refiero a que si le respondía tenía que tener mis elementos a manos para poder hacerle frente a sus argumentos  -los cuales eran siempre inesperados para mí-  el caso era que debía contestarle tal como él lo hacía…
Con un: Hummm
Y lo que mas me llamaba la atención era de su longevidad, mira él cuando llegó a los ciento cinco años, ya estaba obstinado y lo que siempre me hablaba era de que ya estaba cansado y que no quería seguir viviendo mas.
Una buena mañana amaneció con unos dolores bestiales. ¡Corrimos todos con él al hospital!
Allá lo revisaron muy bien.
Nadie nos informaba nada sobre lo que a él le estaban haciendo, pero a la final después de unas tantas horas, alguien se condolió de nuestra desesperación y nos informó:
“El señor ingirió por cuenta propia veneno que se utiliza para matar ratas, y de allí su gravedad. Pero ya pasó el peligro. Fue muy duro y arduo, pero ya pasó. Ahora lo que viene es su franca mejoría”
Nosotros estábamos inocentes de que el viejo hubiera consumido ese mortal veneno.
Y eso nos dejó perplejos, ya que en mi familia no se acostumbra a suicidarse  “así como así”, pero eso fue lo que   -en esa ocasión-   él hizo.
Días después le dieron de alta y fue cuando ya estando en la casa, me le enfrenté y le pregunté del por qué se había envenenado y esto fue lo que me dijo…
“Estoy cansado ya de vivir. Estoy fatigado de ver como mis propios hijos se están matando por la supuesta herencia que les voy a dejar.
Ya no quiero seguir viviendo. Nunca me he enfermado, toda mi vida la he dedicado a trabajar y a trabajar.
Nunca tuve la oportunidad de salir a estudiar.
Mis padres fueron muy pobres y me obligaron a salir a hacerlo y desde ese entonces hace ciento cinco años, sigo trabajando.
Ya estoy cansado. Obstinado de siempre lo mismo. Ya no quiero vivir mas” – Concluyó y entró en un grave mutismo, minutos después siguió así…
- Y eso, mi apreciado amigo, me ha hecho pensar   ¡y mucho!
Claro está que el viejo murió…Cinco años mas tarde, a la edad de ciento diez años.
Ya él no quiso vivir mas.
Y ahora a estas alturas y a la mitad de la vida de mi padre…Yo estoy igual.
Tampoco quiero seguir viviendo.
Yo como él, heredé esa “virtud” a mí ni gripe ligera me da.
Y desde pequeño salí a trabajar.
(Al igual que él.)
No sé leer,  ni escribir. Pero mis hijos todos se han graduado. De lo que cada uno ha querido. ¿Y yo?
Igualito. Salgo todos los días a trabajar.
Todos los días, me consigues en esa esquina…Desde hace ya mas de cuarenta años.
Y ¿ya viste lo que me hizo mi esposa e hijos?
-Se refería a la revolución que su esposa le hizo.
Lo sacó de su casa y le quitó su propio negocio y no contenta con eso, dividió a sus
hijos, los que estaban con ella y los que se quedaron con su padre - Cuestión que en lo personal me llamó mucho la atención, pues presumía que eran una pareja normal.
Pero no,  no lo eran. ¡Qué sorpresas tan desesperante  te va enseñando esta vida!
En lo personal, los veía a cada uno, alejado del otro, pero como siempre he visto eso, poco me llamó la atención, pero    -la procesión por dentro-    la portaba la doña, quien se obstinó de él y le dio el “golpe de estado” necesario y lo dejó en la nube.
El pobre tuvo que marcharse “con una mano adelante y otra atrás” o sea…. ¡Sin nada!
Quitándole no solamente la mitad de su prole, sino que los antagonizó a todos.
Esa familia se vino abajo. El odio y la avaricia subyacente en algunos miembros, fueron los causantes de esa debacle.
Y mientras él me narraba los pormenores de la tragedia familiar, yo pensaba entre mi mismo: ¿Cómo puede una mujer destruir su propio matrimonio?
Siempre he creído que la mujer es el portal de todo hogar y sobre ella, el hombre cimienta sus bases…Pero en este específico caso  ¡todas esas teorías se deshacían  en “caída libre”!
Aun no me lo explico. Ella aduce que había una “segunda mujer”. Cosa que el mismo tiempo le destruyó su tesis.
¿Para mí?   Es que se le acabó el amor.
…O será que nunca lo amó…Bueno es aquel adagio que dice…”El amor y el interés fueron al campo un día…”
De amarlo…Lo aborreció. ¡Qué tristeza!
Se cansó de su propio marido, el padre de sus hijos.
El caso es que Heber volvió a su casa paterna, y allí convive con sus propios hermanos.
Dos de sus hijos, se quedaron con él y actualmente    -ya transcurrió como dos años-   trabajan y estudian.
- Lo cierto de todo esto: ¡Es que ya estoy cansado de seguir viviendo! – Me repetía como si estuviese borracho   -él no bebía ni gaseosa-   pero en su mirada se le reflejaba su hastío.
- Imagínate y apenas llevo  ¡la mitad de la vida de mi viejo!  - Cosas extrañas de esta vida      -digo yo-    ya que ahora veo dos negocios…
Uno que lo veo en declive   -el que le quedó a la antigua señora de Heber-    y el que ahora está llevando él mismo en compañía de dos de sus hijos y es cuando me hago esta pregunta
-la misma que hizo él-   ¿Para qué seguir viviendo?
Si ya está agotado y a pesar de ello, tuvo que empezar un nuevo negocio, una nueva “vida”
Pero con la soledad a cuestas…
…La vida…La vida…Siempre te da sorpresas…
Él pensaba que estaba concluyendo su vida con éxito…Y una paliza le propinó su propia mujer, al sacarlo de su propia casa, de su negocio y todo lo que le oliera a él…













© Bernardo Enrique López Baltodano 2015